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FÚTBOL: DECIMOQUINTA JORNADA DE LIGA

La Real resuelve un partido gris

El Espanyol, con más corazón que ideas, acabó encerrando a los donostiarras

El Espanyol tiene un aspecto fantasmagórico: la mayoría de sus jugadores simulan lo que fueron pero nunca hacen lo que hicieron. Lardín, Benítez, Francisco, Brnovic, en otro tiempo mosqueteros del fútbol espectacular, deambulan ahora entre pases fracasados, actitudes timoratas y una desgana psicológica que arrastra al equipo como antes lo empujaba la imaginación.La Real Sociedad no le iba a la zaga tras el desguace moral que ha supuesto su eliminación de la Copa del Rey a las primeras de cambio. La incapacidad de unos y el tembleque de los otros anunciaban una tarde terrorífica aderezada además por un escenario apropiado: cortina de lluvia y desangelado graderío.

El Espanyol impuso de salida su talento teórico. En un santiamén Lardín encaró a Alberto pero el guardameta donostiarra frustró de un manotazo su intencionada vaselina. Hasta ahí llegó la realidad del Espanyol, a partir de entonces la Real Sociedad implantó una verja en el medio campo y el Espanyol se convirtió en una realidad virtual, un capítulo de intenciones mal ejecutadas que iba reculando hacia los dominios de su guardameta. La Real Sociedad jugaba entonces como los bucaneros, entre la presión y la pasión, inspirada por la actitud de Yaw y la inteligencia de De Pedro por lo que su fútbol discurría a oleadas. El danés era la conexión con un público rebelde, el donostiarra significaba el raciocinio. Así llegaron un par de ocasiones que culminaban un donminio formal.

El partido lo definía la tiniebla y tanta oscuridad debió confundir a la defensa españolista que abrió un pasillo de plata a Kovasevic para que Mild batiera a Toni. Fue un borrón en la pizarra: nadie marcaba al delantero centro.

La Real Sociedad, con pocas energías y menos luces, se dio por satisfecha con el gol y el Espanyol pasó a disponer de más terreno para encarar la portería. La segunda mitad fue un frontón entre un Espanyol descarado, aunque impreciso, y una Real Sociedad timorata y nerviosa capeando el temporal. Pero el Espanyol profundizaba su aspecto fantasmagórico: se sabía la lección pero la dictaba con notables faltas de ortografia. La entrada de Arteaga y Lluís junto a la resurrección de Lardín aquilataron su juego salvo en el área donde su incapacidad seguía siendo manifiesta.

Incluso la mejor ocasión fue de la Real Sociedad en un libre directo que De Pedro envió a la cruceta de Toni. A partir de ese instante, la Real se atrincheró junto a su portero y resistió el ataque del Espanyol con más fe que estilo.

El final resultó patético, con el conjunto donostiarra encerrado en su área, el público exteriorizando su nerviosismo y el Espanyol volcado con el corazón en el área pero sin una sola idea que organizara su dominio.

La impresión del principio no valió durante el encuentro. La Real Sociedad presa de un ataque de nervios y el Espanyol sometido a una tartamudez futbolística que le impedía aprobar el examen. Sabía lo que tenía que hacer pero le fallaba la dicción futbolística. En esas condiciones un error le costó el partido.

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