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FÚTBOL: DECIMOQUINTA JORNADA DE LIGA

El Zaragoza rompe el maleficio

Los de Espárrago no ganaban desde la 2ª jornada

El Zaragoza rompió el maleficio. Los aficionados de La Romareda volvieron a disfrutar del sabor de la victoria en la Liga tras casi siete meses de agónica sequía. Aunque fuera en un partido feo, en el que el dominio correspondió al Oviedo, se celebró como si tratara de un triunfo histórico.Para llegar a este triunfo, el Zaragoza ha tenido que adoptar una imagen espartana. Sus jugadores se han puesto el traje e faena, se han aplicado en el juego defensivo y han aparcado hasta tiempos mejores el trato con el balón. El Oviedo demostró más empaque, se asentó mejor sobre el terreno de juego y se movió con mejores criterios, pero falló en el primer periodo ante Juanmi y lo acabó pagando.

El control correspondió en los primeros 45 minutos al Oviedo, que se cerró perfectamente en la línea de tres cuartos y con una inteligente, aunque no agobiante presión robaba balones en la medular. Oli avisaba en punta y antes de la media hora ya había puesto en dos ocasiones a Juanmi al borde del abismo. El Zaragoza se mostraba desorientado y algunos de sus jugadores confusos con los cambios introducidos por Víctor Espárrago. Kily debutó como lateral y Dani abandonó la punta para incrustarse en medio campo.

Tuvo que renacer Gustavo Poyet, uno de los históricos goleadores de este equipo para que los aragoneses vieran puerta. Fue una jugada confusa, con rebotes y más rebotes, que adelantaba al Zaragoza cuando se aproximaba el descanso.

El segundo periodo fue mucho más abierto y entretenido. Unos y otros decidieron echar el resto y buscar el triunfo, mientras los dos técnicos emprendían una guerra de tácticas. Lillo incorporó a Dubovsky, Toni Velamazán y Christiansen en apenas un cuarto de hora y Espárrago a Higuera y Pardeza. La artillería de ambos equipos estaba desplegada al completo sobre el césped. Así que Juanmi y Mora se dispusieron a vivir unos minutos de agobio, aunque ninguno de ambos equipos acertó a matar.

Como la felicidad no podía ser completa, el Zaragoza, para no perder conexión con el pasado, acabó con un hombre menos por la expulsión de Belsué, cuando ya pasaban tres minutos del tiempo reglamentario.

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