Los camioneros franceses, dispuestos a bloquear el país
Los camioneros franceses se aprestan a endurecer a partir de hoy el bloqueo de carreteras y depósitos de combustible, con una posible marcha sobre París. El Gobierno de Alain Juppé nombró ayer un mediador para intentar resolver el conflicto, pero su primera reunión con los representantes de sindicatos y patronal no había producido anoche resultados significativos. Las próximas jornadas serán críticas, porque el desabastecimiento de gasolina y las pérdidas económicas empiezan a ser graves en algunas provincias.La ciudadanía francesa, sin embargo, sigue siendo muy comprensiva ante los conflictos sociales, por brutales que sean los medios empleados en la protesta. La impopularidad de los dirigentes políticos (el presidente Jacques Chirac sólo satisface al 27%, mientras el primer ministro Alain Juppé cuenta con un apoyo popular aún menor, del 201/6) acaba traduciéndose en una corriente de simpatía hacia las revueltas. Si las huelgas del sector público de diciembre pasado consiguieron el respaldo de más de la mitad de la ciudadanía, la huelga de los camioneros despierta una solidaridad mucho mayor.
Según un sondeo de Ipsos encargado por la televisión pública France 2, el 74% de los consultados se dice solidario con el movimiento huelguístico, frente al 22% que está en contra. Y un 87% opina que las reivindicaciones de los conductores "son justas", aunque la aprobación desciende al 53% cuando se trata de enjuiciar los medios utilizados.
Apoyo ciudadano
La solidaridad se traduce en actos en las cunetas francesas: ayer hubo decenas de comidas de confraternización entre huelguistas y vecinos de las Zonas próximas a las concentraciones. Los transportistas extranjeros retenidos por el conflicto no tienen más remedio que aguantar: "A ver si, además de quedamos aquí tirados, nos vamos a arriesgar a que nos apaleen", decía ayer un conductor español en la zona del suroeste.
Durante la noche del sábado se produjo una tragedia en la concentración de Caen (Normadía): dos jóvenes murieron, y otros cuatro sufrieron heridas graves, al estrellarse un coche contra uno de los camiones. Los jóvenes habían desoído las órdenes de la policía y habían tomado a gran velocidad una carretera cerrada al tráfico.
En el sureste, Alsacia y Normandía, los cortes de carreteras siguen siendo férreos. El puente de Europa, en Estrasburgo, que une Francia con Alemania, permanece cerrado al tráfico de vehículos pesados. En otros puntos, como los Pirineos centrales, las rutas estaban ayer relativamente despejadas. Pero el bloqueo a las refinerías y los depósitos de gasolina tiende a agravarse, y numerosas gasolineras de los alrededores de Burdeos, Marsella y otras ciudades están ya secas. Otras agotan existencias por la psicosis de escasez, que impele a los conductores a acaparar el combustible.
Algunas de las concentraciones de camioneros se han despejado durante el fin de semana, pero sólo porque los trabajadores se han tomado un descanso y han ido a buscar víveres. Los huelguistas piensan que ya han ido demasiado lejos como para ceder, y no quieren que ocurra como en 1992, cuando aceptaron unas promesas de la patronal y del Gobierno que se vieron luego incumplidas.
El secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Louis Viannet, interpretó el sentimiento general al afirmar ayer que el Gobierno, a través del mediador Robert Cross, "puede imponer una solución a los empresarios: bastaría con que les obligara a cumplir las leyes laborales". Los sindicatos reclaman el cobro íntegro de las horas muertas (cargas, descargas y atascos) y un aumento salarial. Los empresarios afirman, sin embargo, que los últimos aumentos en el precio del gasóleo han acabado con los márgenes de beneficio y que un aumento de los costes salariales causaría el cierre de numerosas empresas, en beneficio de competidores españoles, británicos e italianos.
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