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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La causa es cara

LA POLICÍA autonómica vasca daba ayer por casi seguro el secuestro a manos de ETA de Cosme Delclaux, miembro de una conocida familia de empresarios afincada en Vizcaya, desaparecido desde el lunes. Es falso que ese secuestro cierre ninguna puerta que estuviera abierta: no hace ni dos semanas que ETA intentó asesinar a varias familias de guardias civiles en Buñuel (Navarra), y no ha habido quincena, desde su último atentado mortal, a fines de julio, en que no haya hecho lo posible por añadir más víctimas a su palmarés.ETA ha asesinado a lo largo de su historia a unas 800 personas y ha secuestrado a 76, empresarios en su mayoría, de los que ha obtenido por vía de rescate un botín de más de 4.000 millones de pesetas. Además del botín, los secuestros tienen el propósito de dar credibilidad a las amenazas con las que se extorsiona periódicamente a los empresarios. Ayer mismo se conoció la existencia de una nueva oleada de cartas de ETA en las que se exigen diversas cantidades bajo amenaza de convertirlos en "objeto de nuestra organización". Curiosa pudibundez la de los redactores de comunicados etarras, expertos en sustituir la apelación directa a la muerte por eufemismos varios.

Sin embargo, es su eficacia como asesinos, y no la prosa de sus comunicados, lo que hace que la gente tome en consideración a ETA. Sorprendenternente, no faltan voces que se toman más en serio los comunicados que la realidad a la que se refieren: el verano pasado, un destacado dirigente del PNV se preguntaba si no había llegado la hora de "empezar a admitir -desde su propia lógica- la sinceridad de ETA respecto a los deseos de paz". ¿Qué es más importante: lo que ETA dice en su oferta de negociación, la llamada alternativa democrática, o el hecho de que lo diga en el mismo comunicado en el que reivindica el intento de asesinar al actual presidente del Gobierno?

El mismo dirigente nacionalista, principal exponente del frente negociador (a cualquier precio) del nacionalismo vasco democrático, consideraba en un artículo aparecido hace cuatro meses que, si bien la opción de ETA no es "comprensible para la mayoría", ello no impide admitir que está "dotada de sacrificio personal" y que "se fundamenta en motivos políticos". Por supuesto que los terroristas tienen una pretensión de legitimidad de la que carecen otros delincuentes, pero sería cerrar los ojos a la evidencia ignorar el componente específicamente mafioso de la lógica que actualmente mueve a ETA: su principal objetivo, al que dedican buena parte de sus afanes, es la propia supervivencia como poder fáctico y vía de financiación del tinglado multidisciplinar montado en tomo a esas siglas.

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Cualquier estrategia de pacificación que ignore esa dimensión del terrorismo etarra está condenada a producir efectos contrarios a los perseguidos. Por ejemplo, la de apaciguanuento en base a concesiones unilaterales. La ponencia correspondiente de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco, que ayer se reunía para preparar un plan de acercamiento de los presos vascos a Euskadi, tuvo que interrumpir esa labor para elaborar un comunicado de condena del secuestro. Hace un mes, esa comisión había considerado decisivo que HB se sumase a un acuerdo sobre esta cuestión, en el que, entre otras consideraciones insólitas, se amenazaba con denunciar al Gobierno ante los tribunales internacionales por no respetar "los derechos humanos elementales de los presos vascos".

Ayer, sin embargo, la representante de HB se abstuvo de firmar el comunicado de condena del secuestro. Porque una cosa son los derechos humanos y otra la financiación de la justa causa. La noticia de que, las policías española y francesa han creado una comisión para analizar de forma sistemática las finanzas de ETA y su entorno indica que las autoridades son conscientes de esa dimensión, decisiva, del asunto.

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