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Bacanal políticamente correcta

Una fiesta de la Hispanidad que se anunciaba orgía se queda en verbena inocente

"Había salido sólo a tomar unas copas con unos compañeros de clase y no sabía que me iba a encontrar con esto", decía Elena, una estudiante de educación física, extrañada de que sobre el escenario de Suristán, otra Elena se iba despojando, a ritmo de funk, una a una las piezas del provocador atuendo que la enfundaba. Era la fiesta del punki y el sexo, una manera con la que la sala de la calle de la Cruz, más acostumbrada al sosiego de los cantautores, el bolero y la música africana, celebraba la noche del sábado pasado el Día de la Hispanidad.Se había anunciado como la gran noche del porno, donde dos grupos de punkis, los donostiarras Discípulos de Dionisos y los madrileños La Voz de la Orgía, con canciones más que explícitas, transformarían el recinto en una gran bacanal. Lejos de ser una noche bizarra, la velada transcurrió por los cauces de lo políticamente correcto.

"Yo había venido a ver sangre", comentaba decepcionado Carlos, un joven madrileño con trenzas de rastafari, "pero esto no le llega ni a una película de Ozores". Sus palabras debían representar el sentir de mucha de esa gente que acudió a la llamada del sexo, pues conforme se iban desarrollando los acontecimientos la aglomerada pista fue haciéndose más holgada mientras era más difícil acceder a las barras para conseguir una copa.

Aun así, las actuaciones resultaron divertidas, y ya que era sábado y la gente había salido a pasarlo bien, se aplaudieron con cariño y sonrisas. Los de San Sebastián descargaron su punki juvenil y urgente con vehemencia, y su bajista acabó sólo con un tanga de leopardo destrozando su instrumento contra el suelo. La noche no había hecho más que empezar, y así las cosas, prometía. La cronista Vampi presentó a Elena, la del strip-tease, se había quedado sin su pareja y hubo que echar mano de un voluntario para completar el numerito. Desgranó toda una declaración de intenciones sobre lo que se estaba celebrando esa noche. "La máxima aspiración de estos chicos es trabajar en el Circo del Arte de la familia Aragón", llegó a decir La Vampi desde el escenario.

Y es que, si no fuera porque en las letras de "estos chicos" cabe de todo menos la sutileza ("por detrás me gusta más"; "orgías, orgías, orgías todos los días", o ', chupa chupa, lame lame"), el espectáculo de La Voz de la Orgía tendría cabida en un encuentro familiar en una tarde navideña y de circo. El kamikaze del sexo, su líder, se comporta como el Gurruchaga primero, esforzándose en sentirse querido por su público y lanzando tan imaginativas propuestas como "socializa tu cuerpo". También lleva su Popocho, Carmelo, que parece Emilio el Moro, y tres gogós, de muy buen ver, pero que acabaron tan vestiditas como empezaron, a pesar de las insistencias del público para que no fuera así.

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