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FÚTBOL SÉPTIMA JORNADA DE LIGA

El Hércules se entrega al Rayo

Los de Vallecas remontan sin problemas el gol de Alfaro

Ronaldo en el bar. Ronaldo en la avenida de la Albufera. Ronaldo en las puertas de entrada al campo, y en las escaleras. Ronaldo en las gradas de Vallecas. No se habló de otra cosa durante toda la tarde que de las maravillas del brasileño del Barcelona en su visita del sábado a Santiago. Y así, con Ronaldo de boca en boca, la verdad, no se puede jugar. Porque aparecen las comparaciones, siempre tan odiosas, y se convierten en un insulto.Y lo curioso es que lo de Ronaldo tuvo una especie de efecto contagioso que pudo venir bien a la jornada. Y no sólo en los pasillos, donde la chiquillada de Vallecas jugaba a parecerse al brasileño, sino en el propio césped, donde algunos futbolistas también jugaban a parecerse al astro. No lo conseguían, claro. Y lejos de provocar la admiración del personal, le arrancaron alguna que otra carcajada. Hasta los empleados del club se dejaron llevar por la corriente y a la hora de facilitar las alineaciones las brasileñizaron. Así, en vez de escribir Fabrice Moreau, el nombre del jugador francés que ayer debutaba en el Rayo, lo anunciaron como Fabricio. Pero no coló.

No coló nada. Porque lo que se vio ayer en Vallecas no sólo no se acercó a las genialidades imposibles de Ronaldo. Ni siquiera se aproximó a lo que debe ser un partido de fútbol. Fue un espectáculo pobre y tedioso, desdibujado encima por la lluvia, que sólo escondió una virtud: la justicia del resultado. Ganó el mejor. O sea, el Rayo.

El Hércules volvió a ser una caricatura de equipo. Consiguió romper, y muy pronto, uno de los maleficios que le perseguían desde el principio de Liga (468 minutos seguidos llevaba sin marcar un gol cuando Alfaro acabó con el gafe), pero no alcanzaron a remediar los otros problemas que aún padece. El Hércules carece de criterio, de calidad y hasta de contundencia. No tiene nada. La derrota, la sexta consecutiva, le clava un poco más en el pozo de la tabla, donde reside en compañía del Extremadura desde hace tiempo.

Marcó primero el Hércules, a los nueve minutos (en una brillante combinación Visjnic-Alfaro), pero enseguida se entregó. Hasta el punto de que la remontada le llegó al Rayo casi sin enterarse, sin grandes alardes. En cuatro minutos, 20 después de ejercer un dominio simplemente posicional, los de Paquito se dieron de bruces con dos goles. Uno en un lance de fortuna (Andrijasevic se encontró un balón dentro del área), y el otro, en la mejor jugada de la tarde: una rosca de José María hacia Guilherme, que éste, con la complacencia generosa de Marí (¡qué portero, Dios mío!) mandó a la red.

Tras el 2-1 no pasó nada: más tedio, más aburrimiento, más juego sin sentido... O sea, más de lo mismo. Así que Ronaldo, el recuerdo televisivo de su exhibición del sábado, se apoderó de nuevo del partido. No estaba por allí, pero la tarde de Vallecas fue toda suya.

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