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Jaque o,mate

Los exiliados tratan de rehacer sus vidas con grandes dificultades

Entre jaque y mate. Novica Stoj -kovic tiene 62 años y un largo pasado como neuropsiquiatra en un hospital de Sarajevo. Ahora intenta tener un presente como maestro de ajedrez. ¿El futuro? El doctor encoge los hombros: queda lejos y es oscuro.Lo que preocupa a Novica es cómo pagar las 6.839 pesetas del recibo de la luz. Le amenazan con un corte de fluido, no encuentra clases que dar y se demora la ayuda de 35.000 pesetas mensuales que le da el Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR). No se queja: otros refugiados carecen de subsidio.

Tampoco piensa en el retorno. "No hay adónde volver". Su mujer y él son de etnias distintas. El paraíso de uno sería el infierno del otro. Es el calvario de los matrimonios mixtos, muy abundantes entre los refugiados acogidos en Leganés. "En Bosnia no hay un Estado de derecho. Los mismos nacionalismos que provocaron la guerra han ganado las elecciones", afirma Novica.

Es duro no tener tierra, pero hay que acostumbrarse. Para el recuerdo está Roko, un pájaro que su mujer trajo de Sarajevo al exilio. Ella se llama María y sonríe más que habla. El doctor ha buscado -sin encontrar- trabajo como médico. Mantiene las manos cuidadas de un cirujano, pero los alfiles ganan la partida a los bisturíes. Le faltan clases para pagar *el alquiler. "Son 55.000 pesetas al mes", se acongoja.No es el único. Diana Vidos, de 40 años, tiene el mismo problema.., Y una niña pequeña a la que aún no ha podido comprar todos los libros del colegio. Fue la cría quien le tradujo la orden de desahucio. Desde entonces, Diana teme abrir la puerta de la casa alquilada. Antaño, Diana era guía turística. Ahora limpia dos casas por 32.000 pesetas al mes. Y da gracias por tener al menos eso. Si encontrara más trabajo, volvería a respirar. Al menos una beca de comedor para la chiquilla... "Sólo soy una mujer con una niña y dos maletas", reflexiona.

Gordana Krucic está contenta. "No puedo decir nada malo de la gente, aunque tengo problemas econórnicos", dice esta socióloga de 44 años. Trabaja como asistenta y niñera doce horas diarias y aún encuentra tiempo para ayudar como voluntaria en una asociación humanitaria. Sueña con tener un contrato y Seguridad Social. Entonces tal vez se opere ese quiste que deforma su cuello.

Zorica trabaja igual de duro, pero tiene los derechos que da un contrato. Su marido está empleado sin papeles, ya que las autoridades no le han concedido aún el permiso de trabajo. Los dos hijos estudian, aunque a la chica le denegaron la beca "por no ser española". "Agradecemos a todos lo que han hecho por nosotros", dice la mujer. A Zorica se le saltan las lágrimas cuando le preguntan por Sarajevo. Mejor olvidar. Si se puede.

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