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VUELTA 96

La Vuelta se desliza en la rutina

Cuarto triunfo al 'sprint de Minali, con el que los italianos suman 10

Carlos Arribas

La rutina que no cesa, llevada al extremo. Vale que no fuera una sorpresa que la etapa terminara en sprint masivo -todos sabían que pasada la ley del ONCE, la que la superioridad ejerce en las etapas trompicadas, llegaría el llano y de nuevo la ley de los equipos de sprinters: casi todos los demás ciclistas pierden, así, hasta la capacidad de intentar romper la previsión sabiéndose condenados-, eso se aceptaba sin más, pero que todo el mundo adivinara ya a falta de 20 kilómetros -viendo al Gewiss en pleno arrasando como locomotora- que el ganador iba a ser Nicola Minali ya suena a excesivo. "Aburrida la Vuelta, ¿no?", decía Tony Rominger en la salida. Ya es raro que un ciclista pueda llegar a decir de su oficio que es aburrido, pero esos niveles ha alcanzado esta Vuelta también.Italia, 10; España, 0. Tirando por, el lado de las banderas saldría ese titular. Los ciclistas italianos han batido este año su récord de victorias en una sola Vuelta -sólo Minali lleva cuatro-, situado en nueve desde 1955. Los españoles llevan camino de otro récord, el de no conseguir ninguna ,victoria -ni siquiera las socorridas metas volantes- en una Vuelta. 0 sea, el viejo y falso debate que un periodista suizo -entre los abandonos entre los periodistas españoles tras la retirada de Induráin y la llegada de masas suizas, la sala de prensa anda etos días fifty-fifty entre locales y foráneos- ya titula: "Cuando Induráin tose, todo el pelotón español se acatarra". Otros años se cerraban bocas recordando que lo importante era el triunfo en la general, y no las migajas, las victorias parciales. Llegados al punto en que ni lo uno ni lo otro, la gente empieza a preguntarse por qué.

Una respuesta lenitiva sería que los mejores jóvenes que vienen están preparándose para ser ganadores de vueltas y no de etapas; otra, también suave, que los mejores españoles han encontrado un

hueco importante convirtiéndose en grandes gregarios de inmensos líderes -Induráin, Olano, Rominger, Jalabert, Zülle...-. Las dos dejan que desear. Siempre ha sido así, y siempre ha habido corredores -no sólo los típicos de las largas fugas los escáladores rabiosos, también había sprinters- que algo lograban en la Vuelta. Falta la respuesta tajante.

"Los mejores españoles son peores que los medianos italianos y están mucho mejor pagados", dice Manolo Sáiz sin dudar. El director del ONCE esboza una teoría absolutamente neoliberal para dar con las causas y con la solución. "En Italia hay muchos equipos y muchos corredores, pero hay una competencia brutal: el que quiera renovar debe conseguir victorias. Y aquí se les sube el sueldo por no ganar". Como dice el otro: "A la hora de renovar te viene uno diciendo que ha quedado 12º en la Vuelta y exigiendo por eso el oro y el moro. Y se lo tienes que dar porque si no otro equipo se lo daría". A 50 millones de pesetas anuales dicen que le han subido el sueldo los del Telelcom a Jan Ulrich -la estrella que viene-, una cifra que en España no daría para apenas nada.

Y de esas miserias se discute en una Vuelta que nada apenas promete. Hoy, más montaña -final en Cerler-; los equipos de sprinters se reservarán dejando el mando de nuevo al ONCE. Pero no hay que desesperar. Dentro de su tono habitual de la Vuelta, entre sabio y despreocupado, Rominger anuncia emociones: "El día de Navacerrada

[el viernes] voy a armarla, voy a atacar desde el primer puerto y que pase lo que pase". No parece que la rutina, tan cómodamente instalada, se deje inmutar con la promesa.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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