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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Su gran oportunidad

EL ECLIPSE de Felipe González y su partido en estos meses poselectorales. ha proporcionado a Izquierda Unida una oportunidad inmeorable para erigirse en eje de la oposición. Al fin, su sueño del sorpasso. La ocasión era especialmente propicia con la llegada al poder de un Gobierno conservador por primera vez en muchos años. Anguita ya había descubierto que Aznar era de derechas y que su política produciría damnificados en los sectores más débiles de la sociedad. Enfrentado a la posibilidad de ofrecer una alternativa realista a esa política conservadora, cuando se discute si hay que recortar el gasto sanitario o implantar nuevas tasas, Anguita ha puesto sobre la mesa este programa: república, federalismo, autodeterminación. Tan lejos del debate más inmediato que sólo se explica en clave interna. Su fracaso electoral, en unas condiciones óptimas, tal vez hizo temer a Anguita un destino similar al de su hombre en, Andalucía, Luis Carlos Rejón: alguien que se había limitado a llevar hasta sus últimas consecuencias la lógica de las dos orillas, y que se vio obligado a renunciar tras el 3-M. La ocurrencia de poner sobre la mesa esa trilogía -un programa de ruptura con el consenso constitucional- tendría por objeto llevar el debate al terreno, ideológico, en el que Anguita se siente más seguro, evitando el cuestionamiento de un programa político que no obtuvo el apoyo electoral que esperaba. Si no, resulta inexplicable.No puede ser tan ciego como para no ver la distancia sideral entre las preocupaciones actuales de la gente y ese programa (¿noventayochista?). No se trata de cuestionar el derecho del partido comunista a proclamar su fe republicana -lo incomprensible sería un comunista monárquico- o a replantear el modelo territorial del Estado. Un sistema democrático y liberal, de opinión pública, es incompatible con la existencia de tabúes; por lo demás, los nacionalistas tienen cierta inclinación a cuestionar ese marco en fechas señaladas, sin que ello fuerce a sus aliados -ayer el PSOE, hoy el PP- a romper con ellos. En ese sentido, el exceso de celo de TVE al incluir una no pedida defensa & la monarquía inquieta más que tranquiliza. Pero lo criticable de esta salida de tono de Anguita es la invocación de tales banderas como elementos de ruptura del consenso constitucional. Anguita dice que se considera liberado del compromiso constitucional -que implicaba la aceptación de la monarquía, la bandera, el sistema autonómico, etcétera-, porque las promesas contenidas en la Carta Magna, desde el derecho al trabajo hasta la igualdad ante la ley, no han sido mantenidas.

Hay en esto una deliberada (¿ingenua?) confusión entre el contenido declarativo y el normativo de la Constitución: tener empleo o disponer de una vivienda digna son aspiraciones ciudadanas promovidas por la Constitución, no derechos invocables ante un tribunal. Pero sobre todo hay confusión entre el consenso constitucional como aceptación compartida del marco del juego democrático y las vicisitudes de la política cotidiana. Anguita amplía esa confusión (¿deliberadamente?) cuando acusa al Rey de extralimitarse y de romper las reglas de juego cuando defiende en sus discursos el Tratado de Maastricht o la plena integración en la OTAN. El líder comunista no ignora que tales discursos reflejan el punto de vista del Gobierno de turno, no el del Rey.

Izquierda Unida, con 2,6 millones de votos, es la tercera fuerza política de España. ¿Pretende Anguita colocarla fuera del sistema? Toda ideología en crisis tiende a reafirmarse por sus extremos. Que Anguita haya invocado precisamente ahora la república y la autodeterminación, ¿no indica cierta falta de convicción en las propias fuerzas para convencer a la mayoría en el terreno de la política cotidiana? Es bastante significativo que la ocurrencia haya sido planteada en visperas del primer encuentro entre delegaciones de IU y PSOE para intentar concertar una política de oposición desde la izquierda. Al poner sobre la mesa la trilogía mágica, Anguita ha actuado como Ulises: atándose al palo mayor para evitar ser seducido. Pero ello revela falta de confianza en sí mismo: dudas sobre la posibilidad del sorpasso.

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