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VUELTA 96

Santi Blanco, el pendiente postizo

Carlos Arribas

Quién lo diría, pero entre Jan Ullrich, la gran promesa del ciclismo mundial, y Santi Blanco, la joven perla del Banesto que disputa su primera gran ronda, hay más similitudes de las que parece. A simple vista, no puede haber dos personas más diferentes, cada uno representa un ciclismo opuesto al otro. Ullrich es el bruto, la potencia en estado puro, el pelirrojo pecoso de más de 1,80, el alemán del Este reconvertido, el entrenamiento militarizado, el plato grande hasta para escalar y un segundo puesto en el Tour el año de su debut. Santi Blanco es el equilibrio, la clase escaladora, el aprendizaje artesano, el español de la España profunda (Puerto de Béjar, provincia de Salamanca), el pelo moreno y la altura más humana, y la cabeza en su sitio. Pero raspando un poco, uno se encuentra con que los dos tienen 22 años, con que Ullrich también debutó en una gran ronda en la Vuelta -fue en 1995 y abandonó- y con que el principal distintivo del alemán -el gran aro en la oreja izquierda- acaba de ser adoptado por el salmantino. Claro que con una pequeña diferencia: mientras UlIrich tiene bien perforado el lóbulo, Blanco se ha conformado con ponerse un aro superficial, de ésos de pega. "A ver qué cara pone Eusebio cuando me vea", dice riendo. "Segundo que me manda a tomar por ahí".Más en serio, Blanco es el típico ciclista cuando habla. Sólo se exalta opinando sobre su gran amor, el Barça, y sobre los no goles de Ronaldo. Fuera de ello es un profesional más, parco y evasivo. De tópico a tópico y sigo en ello. "Sí, es la carrera más larga que disputo, porque hasta ahora sólo he hecho una vez el Tour del Porvenir, que son 10 días", dice Blanco. "Y no es que me asuste, pero me he propuesto pensar sólo en el día a día. Ni siquiera me he planteado qué pasará cuando llegue a la montaña, mi terreno".

-Pero tus jefes dicen que va a ser la buena sorpresa, que va a haber que hablar mucho de usted.

-¡Ja!. A ver cómo llego allí, si es que llego. Es muy difícil saberlo. No quiero mucho protagonismo.

Los ciclistas suelen ser una piedra cuando hablan de su profesión. La gente de fuera les admira, sobre todo, por ser capaces de soportar trabajos y sacrificios, y encima estar deseosos de ello. Ellos, nada, lo más normal del mundo. Y en ésas anda Blanco. "Me motivan las ganas de seguir corriendo y de lograr algún triunfo", dice con originalidad. "Y también porque siendo joven tienes hambre de bicicleta".

Le ayuda el saberse bueno y el correr en el Banesto al lado de Induráin. "Con Miguel, mucho mejor", dice. "No hay nada como correr una Vuelta ayudando a un líder que te agradece el esfuerzo y que nunca falla. Aunque aprender de él es a veces complicado: él comenta en alto la carrera y tú tienes que cogerlo al vuelo".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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