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FÚTBOL PRIMERA JORNADA DE LIGA

SenciIIo despegue del Atlético

El Celta sólo llegó a portería en dos jugadas y sufrió la expulsión de Del Solar

Santiago Segurola

El Atlético esperó media parte para ponerse en marcha. El equipo y su gente. Durante un rato no se sintieron cómodos en el exilio de Chamartín y la desgana envolvió al partido, que en ese plan iba irremediablemente para el empate a cero. Son códigos naturales' a uno le sacan de casa, le meten en otra, y por mucho que esté dispuesta la mesa, se siente envarado y obligado a decir gracias por todo. Así se sintió el Atlético hasta que se aflojó la cort: bata, que fue en la primera jugada del segundo tiempo. Una delicia por otra parte: en la luna del área Kiko tocó muy suave hacia la derecha la pelota pasó escurrida entra las piernas de un defensor y llegó a, Caminero, que metió un centro sabrosón, de esos que sólo necesitan una cabeza que empuje. Eso es lo que hizo Esnáider para marcar el gol y abrir la fiesta. La hinchada, que también se había sentido extraña, se dejó de tonterías y celebró con entusiasmo el gol y los minutos que siguieron, una tromba rejiblanca que produjo otro tanto -todavía más espectacular-, un tiro palo y varias llegadas masivas al área del Celta.El partido fue lo que quiso Atlético. El Celta sólo lanzó un remate contra Molina, un cabezazo precioso de Gudelj en el minuto seis. Fuera de eso, permaneció tapado durante todo el partido, más aún después de la expulsión de Del Solar. Desde ese momento, el Celta se dispuso a enfriar el encuentro a dejarlo pasar y a aprovechar la indiferencia del Atlético, que jugó con una pereza extraordinaria en el primer tiempo. Y el Atlético no es equipo para el baile de salón. O va a toda máquina, o no va. Durante el primer tiempo no fue. El tiempo se consumió en un fútbol vulgar, salpicado de faltas, sin nadie que se decidiera a poner algo de interés en el asunto.

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La teoría de la incomunicación funcionó en los dos equipos durante todo el primer tiempo, a beneficio del Celta,, naturalmente. Ni tan siquiera conectaba la gente con su equipo. Siempre fiel, la hinchada rejiblanca había subido Castellana arriba para amparar a su equipo. La tarde era espléndida, había público de sobra, pero el ambiente se hacía frío. El Atlético no acababa de encajar ni en Chamartín, ni en el partido. El Celta tampoco. Fuera de la actividad de Mazinho, el Celta llegó a pensar que podía arreglar la tarde desde su estricta posición defensiva. Pero los sistemas no van más allá de los jugadores. Sirven hasta donde aparece el talento. O sea, Kiko.

Ni Caminero, ni Kiko se dieron por enterados del partido en el primer tiempo. Ni ellos, ni ningún jugador. Pero en su caso, y en el de Pantic, la ausencia se hacía más notable. El Atlético necesitaba un poco de ingenio para desbordar al Celta y eso pasaba primero por. Kiko y luego por Caminero y Pantic. Cuando sucedió, el Celta plegó velas y entregó el 'Partido. Con diez jugadores, había aprovechado la indolencia del Atlético. Pero después del gol de Esnaider, plegó velas y se mantuvo en el partido sin ninguna esperanza, como esos fatalistas que esperan irremediablemente su mala suerte.

El Atlético se subió a la ola del gol y jugó con su característico ardor durante los siguientes minutos, que fueron una tortura para los defensores del Celta. Las ocasiones comenzaron a sucederse frente al portero Dutruel. El juego se vólvió directo y vibrante, y subía de nota cuando Kiko entraba a jugar. Kiko es uno de los notables del fútbol español, un futbolista que une la calidad ' la fantasía y el poderío ante el gol. En el remate del segundo del Atlético, sumó las tres cosas. Recibió con el pie izquierdo un pase de Bejbl, se acomodó con precisión la pelota y remató con una volea violenta, desde fuera del área, que sorprendió a todo el mundo.

La hinchada celebró feliz la cabalgada de su equipo y lanzó las consignas de rigor contra el Real Madrid, aunque sin excesos. Mientras tanto, el Atlético se lanzaba contra un equipo había levantado la bandera blanca. Todo el segundo tiempo fue extremadamente cómodo para el Atlético, que pudo hacer sangre. No lo hizo porque aceptó la capitulación del Celta y prefirió lleva r el partido con tranquilidad, una ocasión por aquí y otra por allá. El único que parecía tener una deuda con alguien fue Esnaider. Debía ser con Patxi Salinas. Esnaider le salió respondón, para alegría de su gente.

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