La agenda
La agenda es una víscera de color oscuro, una glándula en la que uno apunta mentalmente lo que tiene que hacer. Cuando alcanza un desarrollo excesivo hay que sacarla fuera, como el ano artificial, y ponerla dentro de un cajón o encima de la mesa. A muchas personas les da asco tocársela, por lo que prefieren pagar a alguien para que lo haga. Las secretarias se lavan tanto las manos porque andan manipulando todo el día las agendas de sus jefes, que a veces segregan un humor amarillento o verdoso, de sabor amargo, parecido a la bilis. La de Aznar la lleva Miguel Ángel Rodríguez, por eso ha sido el encargado de decir que el presidente no encuentra un hueco para despachar con Vidal-Quadras.La agenda está hecha de un tejido esponjoso en el que no es difícil encontrar hueco o agujero por el que evacuar una consulta rápida,no incluida entre las obligaciones del día. Pero ese tejido, a partir de cierta edad, o frente a determinadas situaciones, se endurece, reduciendo notablemente su capacidad excretora. Entonces, por más que uno se la mire o se la mande mirar a los subordinados, no da con un emuntorio, un conducto, una cánula, por el que desocupar, si no una palabra de afecto, al menos un reproche.
Por eso es menos humillante que el hecho de que te reciban o no dependa de otra glándula, incluso del hígado o las gónadas, antes que de la agenda. Si en el caso que nos ocupa hubiera dependido del corazón, el propio Aznar habría llamado a Vidal-Quadras diciéndole: "Mira, chico, has herido mi sensibilidad nacionalista catalana y tengo tal disgusto que prefiero no verte por ahora". En lugar de eso, le ha remitido a la agenda, que es una víscera externa, como el ano artificial, entre cuyas páginas circula con frecuencia lo peor de uno mismo. Es que ya no te quieren, Aleix.
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