_
_
_
_
Tribuna:HOGUERAS DE AGOSTO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Todos somos 'bwanas

Haciendo planes con Miquel Barceló para que Africa empiece en los Alpes

Hermosa como en ninguna película, Emmanuelle Béart, en las fotos que la muestran, solidaria y con el pelo sucio, los ojos sin maquillaje, pero tan despiertos, en la parisiense iglesia de Saint-Bemard, con un niño africano a cuestas, o en el momento en que la desalojan, conducida por una mujer policía (voilá l'égalité, en su versión más repugnante). Pero Emmanuelle está espléndida y parece sincera. ¿Ha servido de algo su gesto de encerrarse junto a los africanos?, le pregunto al pintor Miquel Barceló, que vive agosto en su casa de Farrutx, al pie de una montaña casi tan fuerte como su voluntad, junto a su familia -su hija Marcelle cumplió ayer cuatro años- y en medio de una eclosión creativa que convierte su taller en un embrollo de materias. Barceló, ciudadano voluntario de Malí que no usa allí sus privilegios, uno más entre sus amigos africanos, cabecea y responde: "Sí, para que no les peguen más". Ya es algo.Aunque algo más habrá que hacer para que el futuro no sea como lo pretenden los represores que ya están en todas partes, los bwanas que han vuelto para convertir la antigua tríada -familia, municipio, sindicato- en un cuarteto siniestro en el que todo se ejecutará limpiamente, modernamente, rápidamente, en nombre del cuarto sujeto: la Comunidad Europea. Nuestro bien, Barceló conoce a fondo la situación de neocolonialismo que vive África ahora: el expolio sin contrapartidas. La codicia, pura y simple. Y aboga por un puente entre los africanos y nosotros, tendido por algo más que buenas intenciones: con la única intención de no perdemos de nuevo en, el laberinto de lo que somos cada uno, la medida del cráneo de cada cual, el color de la piel, la tierra de nacimiento, las costumbres. Un puente para salvamos de este estúpido infierno llamado Occidente.

Leo un libro, estos días, que es un interesante relato de intriga, a la par que un simpático manual de filosofía: Una investigación filosófica, de Philip Kerr (Anagrama). Aparte de todos sus méritos, lo que más me impresiona es que la acción, situada en el año 2013, recoge con absoluta crudeza -y me temo que aproximación- lo que seremos. No es ciencia ficción de maquinitas y robocops lo que anticipa, sino un mundo a cuyas orillas arriban las barcazas de inmigrantes procedentes. de Hong Kong, y en donde los trabajadores ilegales habitan en barcazas, en el Támesis, en los Docklands que alguna vez fueron el sueño de los yuppies. Y ligo esto con la gran película de Imanol Uribe que participará en el próximo festival de San Sebastián, Bwana, que unos cuantos ya hemos tenido ocasión de ver y que habla, en clave de comedia, cada vez más amarga conforme avanza la acción -gran María Barranco, está espléndida-, de nuestra propia actitud hacia lo que está ocurriendo.

De modo que el futuro ya está aquí, en la iglesia de Saint-Bemard tanto, como en las decisiones de nuestro caballeresco ministro del Interior -débil con las espuelas, fuerte con las espigas-, como en esa mano suelta que los neonazis creen poder utilizar ahora que la tortilla ha dado una vez más la media vuelta (porque nunca dimos la vuelta entera, que yo sepa, salvo para lo peor). Y así como ellos, los represores, conocen muy bien su tarea, las personas de buena voluntad andamos descarriados y anticuados, y, por mucho que el gesto de Béart sea hermoso como ella, y tal vez el único posible, de momento, habrá que ir pensando en nuevas estrategias, en pasar por encima de los partidos durmientes y los partidos utópicos y que vuelva la imaginación, si no al poder, sí a los muros de la calle de todos.

Sin llegar a los límites del asesino en serie de Una investigación filosófica, aunque, quizás, quien sabe. Yo les pido perdón por este artículo que me ha salido pelín trascendental, pero estoy indignada porque, ayer mismo, dos miserables trataron de linchar a un camarero negro, aquí cerca, en El Arenal, y lo tuvieron diez minutos colgado de los pies desde una cuarta planta.

Mas no se preocupen, que me voy a una fiesta. Nada me coloca más que un sarao a favor de la lucha contra la droga.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_