En mitad del mar entre dos mundos
Crónica de una noche de ronda por la frontera de las 'pateras' o cómo cayeron 54 'mojaítos' y tres contrabandistas
Allí estaban, en mitad de un mar entre dos mundos, 26 caras deslumbradas por el reflector de la patrullera Báltico I del Servicio Marítimo de la Guardia Civil. Los relámpagos iluminaban a ráfagas las aguas rizadas del estrecho de Gibraltar, tomado por una ligera niebla, y los 26 marroquíes, muchos de ellos casi niños, acababan de salir en una patera de la playa de Punta Benzú (Ceuta) para alcanzar el sueño europeo. Mojados, con ropas secas empacadas en bolsas de plástico, llamaban con la mano a la patrullera para que los sacara de una embarcación comprada entre todos para saltar a España y aguantar el máximo tiempo posible como inmigrantes y trabajadores ilegales. Eran las cuatro de la mañana de ayer y se trataba de la primera caza de una noche de patrulla en el Estrecho, la frontera Sur de la Unión Europea.Seis horas y media antes, a las 21.30, la Báltico 1, 17 metros de eslora, agilizaba los preparativos para salir de su base de Algeciras (Cádiz). La radio había avisado de que una hidrojet (HJ) del Servicio de Vigilancia Aduanera se estaba hundiendo rápidamente en la bocana del puerto. La lancha dobla el pantalán a toda velocidad y avista el helicóptero que marca a posición de la H-J, con una vía de agua que ya ha inundado la mitad de la sala de máquinas.
Los ocupantes de un turismo con matrícula de Gibraltar controlan todos los movimientos. "Son contrabandistas y están dando avisos de que estamos todos aquí, en el salvamento", confiesan los marinos del instituto.La patrullera Heinneken -los contrabandistas la llaman así por sus colores blanco y verde- enfila de nuevo el Estrecho, a ratos escoltada por estelas de espuma de los delfines.
Los dos patrones, cuatro marineros y el mecánico de la embarcación se turnan para mirar fijamente la verde pantalla del radar, única guía para una vigilancia a oscuras, sin luces de posición, y con los bancos de niebla acechando.
Las horas pasan hasta que, a las 3.25, un punto verde ovalado se repite sin cesar. "Ése punto es bueno", coinciden los guardias. Uno de ellos se aposta en el puente superior, con un aparato de visión nocturna. Un zapateado sobresalta el barco: "¡Patera! ¡patera! ¡Inmigrantes ilegales!". El reflector se enciende y allí están los 26, en una patera azul de seis metros, con el motor parado, mecidos por un mar que ya se ha tragado a muchos como ellos.
"Tranquilos, sentaros, no os levantéis todos que la patera vuelca". El barquero suelta la caña del motor de 60 caballos y se camufla entre los demás mojaítos. Los Inmigrantes van subiendo uno a uno y se colocan en la popa de la patrullera, alrededor y dentro de la zodiac auxiliar.
Casi a una voz todos empiezan a cambiarse de ropa, se levantan, tropiezan."Sentaros que os caéis; tú, agáchate". José Luis, el patrón de la Báltico I, sube a la patera: ha visto caer bolsas, pero el mar se las ha llevado. Ata la barca y vuelve. Dentro, en el pequeño espacio de popa, se arraciman los inmigrantes. Uno cuenta que quería llegar a Italia. Todos piden de comer. Muchos de ellos encienden cigarrillos y los agentes les ordenan que los apaguen, porque cerca hay gasolina. Un joven con una malformación en un brazo bromea que le mordió un tiburón. No llevan documentos pero sí papeles con números de teléfonos de amigos, familiares o sólo contactos en Almería, Cádiz, Francia o Italia.
Al rato, todos charlan, ríen y piden que les lleven a la Península. Diecisésis ojos los vigilan. Algunos se desconsuelan cuando saben que ni siquiera llegarán a Algeciras. "Los hemos cogido cerca de Ceuta y allí los llevamos porque los expulsan con más celeridad en cumplimiento del tratado entre España y Marruecos", explican.
En el puerto de Ceuta ya espera el furgón celular. Los van a cachear pero no quedan guantes de goma. "Mira, tenemos otros 15 en el calabozo y no paran de entrar, por eso todo se nos acaba", explica un guardia de tierra. Tampoco quedan hojas de reseña.
"Pero ¿cómo tienen tanto morro?". Una patera sale de puerto en las mismas narices de los guardias. Veinte minutos después aparece varada junto al espigón, sin tripulantes y repleta de bidones de gasolina.No hay descanso. Otra patera entra a toda velocidad y se introduce por un pequeño túnel al foso de las murallas del castillo de Ceuta. La persecución acaba con tres capturados más, un ceutí del barrio del Príncipe y dos jóvenes que no abren la boca.La mar está rizada, el viento sopla variable, con fuerza tres a cuatro y hay que volver a la oscuridad del Estrecho. La otra patrullera está en mitad de una fuerte tormenta en Tarifa. Acaban de coger a otros tres, tres españoles de La Línea, los tres con antecedentes. Acaban de tirar al mar, ante el morro de la lancha, fardos de hachís.
La mañana va despuntando. La lancha va hacia un punto caliente, a lo seguro. Porque seguro es que con las claras del día las pateras salen hacia la franja de playas entre Punta Paloma y Punta del Carnero.
Un punto en el radar. "Ahí hay otros. ¡A las doce, a milla y media!", gritan al vigía, que enfoca al frente alternativamente los prismáticos y el visor nocturno. Eran las 7.30 de ayer.
Y allí están, en una patera del mismo gris del mar, otros 24 hombres apiñados, achicando agua como locos con botellas de plástico cortadas, casi casi saboreando su objetivo. Están tan cerca del abandonado cuartel de Oliveros, cerca de Arroyoviñas (Tarifa), que la barca da un acelerón desesperado para cubrir los escasos 1.000 metros de un sueño europeo del que han despertado bruscamente. Intento vano. La patrullera los rodea y corta el paso a la embarcación, que apena sobresale una cuarta del mar.
"Dan lástima, tan cerca estaban...", comentan los guardias mientras encogen los hombros. Los mismos gritos, los mismos movimientos, la misma operación. Sólo hay una novedad. El barquero es detenido y esposado. Lo han sorprendido envalentonando a los espaldas mojadas para que intenten saltar al agua y llegar a nado a la costa.
Las patrulleras tienen que volver a repostar y enfilan hacia Algeciras. La última patera capturada va semivolcada, atada a un cabo de unos 15 metros. Hay que prepararlo todo para, por la tarde y por la noche, volver a empezar. En diez horas han caído tres contrabandistas y 54 mojaítos. El último ha sido Abdula. Dice que es sargento del Ejército marroquí.
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