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Indurain y Olano vuelven a la alta competición

Carlos Arribas

El monte Jaizkibel, quizá el territorio con más sabor ciclista de España, suspira este año por una escena casi única: Induráin y Olano peleando codo a codo por la victoria en la Clásica de San Sebastián. Elementos hay para que ese sueño pueda hacerse realidad, para que la inseparable pareja del doblete olímpico repita hoy (La 2, 16.00) otro alarde siamés en una prueba de alto nivel después de los del Mundial de Colombia -Induráin y Olano se repartieron el oro y la plata en las dos carreras- y del de Atlanta. Pero no será fácil: la Clásica es la sexta prueba de la Copa del Mundo y su prestigio atrae también el interés de todos los clasicómanos, de todos los especialistas que el mundo ciclista tiene.

La cima de Jaizkibel, el tradicional punto donde se ha decidido la Clásica los últimos años, está a 17 kilómetros de la meta del bulevar donostiarra. Antes del puerto, los corredores habrán tenido 217 kilómetros para preparar el asalto. Ese tramo táctico es el verdaderamente peligroso, el terreno de predilección de los especialistas en formar cortes inabordables, los kilómetros de expresión de los grandes de la Copa del Mundo: Richard (ganador de la Lieja-Bastoña-Lieja), Bartoli (Vuelta a Flandes), Fondriest, Armstrong, Elli, Baldato, Museeuw (París-Roubaix), Jalabert, Bolts, Ullrich, Vandenbroucke, Virenque y compañía. De los laureados este año sólo fallarán Colombo (Milán-San Remo) y Zanini (Arristel Gold Race).No siempre los más fuertes son los que forman la escapada decisiva, el grupo del cual JaIzkibel elegirá al vencedor, que además se embolsará dos millones de pesetas. La referencia de la carrera de fondo de los Juegos de Atlanta es totalmente válida en un recorrido no especialmente duro: a veces vale más la inteligencia táctica -saber estar en el sitio preciso en el momento clave- que toda la capacidad física. Si Miguel Induráin y Abraham Olano saben moverse, si sus equipos están dispuestos a agarrar la carrera por la mano y trabajan con las ideas claras, estarán en Jaizkibel. Lo que pase allí será otra historia. Una novela en la que tendrá mucho que decir la referencia del Tour. Los participantes en la ronda francesa disfrutan en el mes de agosto de una pedalada de más sobre la concurrencia. Ésta es una ventaja que hace cerrar el grupo de favoritos a los que hicieron un buen Tour, pero un punto que se líe neutralizado por la fatigosa disputa de los Juegos -más que por el desgaste físico, por el trasiego de viajes y cambios de horario- en el caso de la mayoría.

La afición los quiere allí, el prestigio de la Clásica también, y también ellos mismos, Induráin (ganador en 1990, la única gran Clásica de su historial) y Olano, quieren estar ahí. El guipuzcoano, a quien la carrera rinde homenaje desviándose unos kilómetros de su trazado habitual para atravesar las calles de Anoeta, su pueblo, tiene una pequeña ventaja: podrá exprimirse al máximo sin pensar en más desgastes venideros. La Clásica de San Sebastián será la última carrera importante que dispute en esta especialmente cargada -Giro de Italia, Tour de Francia, Vuelta a Romandía- temporada.

¿Juntos el año próximo?

Abraham tiene ganas, pero está cansado, según dice su director, Juan Fernández. Olano podrá dedicarse después a decidir su futuro, un porvenir que unos cuantos datos apuntan que podría discurrir el próximo año junto a Induráin en el equipo Banesto.Induráin también llega cansado -después de los Juegos Olímpicos fue el único de entre los grandes que se pegó la paliza de ir al norte de Francia a disputar un critérium sin recompensa económica-, pero la Clásica no será el punto final de su temporada. En todo caso, el navarro se la plantea como un test de esfuerzo que le ayude a discernir su estado de forma para saber si puede afrontar con garantías los objetivos de final de año: Vuelta a España y Mundial.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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