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La penitencia olímpica

La selección de fútbol soportó una espera de ocho horas en Nueva York

Miguel Ángel Noceda

Casi ocho horas de espera -dos por cada gol que recibieron de Argentina- tuvieron que cumplir, como si de una penitencia se tratase, los jugadores de la selección de fútbol española en el aeropuerto JFK de Nueva York. El vuelo 904 de TWA (Trans World Airlines) Nueva York-Madrid, cuya salida estaba prevista para las 18.20 hora local, hizo el embarque de pasajeros exactamente a las 0.15 horas e inició el vuelo a la 1.10. El aterrizaje en Madrid, previsto para las 7.30 (hora local), tuvo lugar a las 13.45. Muchos de los viajeros, que conectaban vuelos de otras ciudades de Estados Unidos -sobre todo de Orlando (Florida) y Atlanta- llegaron a completar casi un día entero pegados a los aeroplanos.De Atlanta provenía el equipo de fútbol español, en el que faltaba el cántabro Iván de la Peña (se quedó unos días en Atlanta, según sus compañeros) y el seleccionador, Javier Clemente. Los 17 jugadores llegaron con tiempo suficiente al JFK. Su sola presencia revolucionó una sala de espera poblada de una muchachada de casi un centenar de estudiantes que volvían a sus casas después de un mes de aprendizaje de inglés en hogares del Estado de Michigan, al norte del país.

La compañía estadounidense, mientras tanto, apenas daba explicaciones y las que daba las hacía en inglés ante un público con más del 80% de habla hispana. Justo al lado, los viajeros con destino a Milán recibían los mensajes en inglés y en italiano. No corrieron mucha mejor suerte los viajeros a Barcelona cuyo vuelo estaba previsto a las 20.00 horas y salió pasadas s 23.00. Sí salieron puntuales los dos previstos a Tel Aviv. La TWA, que sigue aturdida por la reciente explosión de un vuelo con destino a París, no informaba más que se esperaba el avión que venía de Atenas. Y desde que éste llegó -21.30- hasta que se embarcó -0.15- sometió al aparato a un exhaustivo chequeo en el que incluyó los equipajes.

Pero el ánimo no decaía. "Venga chavales que sólo queda una hora", gritaba Raúl como si estuviese a punto de salir de los vestuarios cuando eran las 21.30. "Perdimos 1 -0", mentía Santi a un aficionado atlético que, como muchos otros allí presentes no se había enterado del resultado. "Y qué más da por uno que por cuatro", apostillaba. Y en medio de esa pequeña fíesta una azafata reclamó la presencia del donostiarra Aranzábal para que abriera su maleta.

Pero la paciencia tiene un límite. "Ezto es un cachondeo, ya está bien coño", gritó un andaluz con tez morena, bigote y bajito. Tras él estallaron otros. Las azafatas requirieron la presencia de un policía, al que un grupo de españoles recibió con un entusiasta "que viene, que viene", que afortunadamente el agente no entendió.

Luego en el avión jugadores y estudiantes prosiguieron con su buen humor. "Es una pena que les hayan eliminado, son unos críos majísimos aunque la verdad es que me preocupa por ellos no por el entrenador", decía un aficionado anticlementista. Los olímpicos no dejaron de regatear por los pasillos durante las seis horas de vuelo. ldiakez ejercitaba su inglés con las azafatas y con todo el que se le pusiera por delante; José Ignacio no dejaba de pensar que mañana "tengo que presentarme al entrenamiento con el Valencia", y Santi le recordaba a Roberto que "esta noche es la presentación [del Atlético de Madrid], tío". Al final repartieron sudaderas a las estudiantes e incluso botas de fútbol como el caso de Morientes.

Tras 15 horas, más seis del cambio horario, se puso fin a la penitencia de los futbolistas. Los jugadores se abrazaban. "Hasta que Clemente quiera" decía Raúl. Ha sido un mes largo juntos en Puente Viesgo ("allí sí que se comía bien", coincidían todos) y en Estados Unidos. Eran las 14.30 horas.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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