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TOUR 96

Los 'sprinters' preparan el terreno para París

Moncassin obtiene su segunda etapa en una emocionante llegada que se resolvió por centímetros

Luis Gómez

A última hora, los sprinters dijeron que no, que la etapa era suya. Fue la nota dominante de una jornada anodina, rutinaria donde las haya. Basta con los diez últimos kilómetros de los 226 de etapa: hubo coalición entre los equipos con sprinters sobrevivientes (Telekom, TVM, Gan, MG y Refin) y en un suspiro pusieron el pelotón a toda máquina, engulleron a un par de escapados sin fortuna y pusieron la victoria en manos de hombres como Zabel, Moncassin, Baldato, Blijlevens y Abduyapárov. La llegada resultó emocionante (posiblemente un aperitivo para la de los Campos Elíseos del domingo), tanto que se resolvió por centímetros. Moncassin tuvo aún que esperar unos metros para poder levantar las manos.Faltaba, naturalmente, Cipollini, el número uno, que sigue renunciando a llegar a París. Su actitud contrasta con la de sus competidores: el italiano lo apuesta todo en los primeros 1.500 kilómetros, los demás aún conservan la punta de velocidad pasados los 3.500. El italiano es una estrella y a su cotización no le afectan estas cuestiones; a pesar de todo, seguirá siendo el número uno en su especialidad, lo cual quiere decir que su valoración no depende en exclusiva del Tour. Para ser exactos, le basta y le sobra con un tercio del Tour para mantener su caché. Todos los, demás deben seguir trabajando. O, como el caso de Abduyapárov, deben buscarse la vida en una escapada. Les queda el consuelo de que competirán por la etapa de París, una etapa que brinda una victoria de cierta trascendencia.

Entre tanto, este Tour se ha quedado sin argumentos para el debate. La contrarreloj de hoy tendrá una importancia muy relativa, muy lejos de lo que había previsto la organización, a quien el recorrido le ha producido escasos beneficios. Todo lo más, que Induráin no ha conseguido su sexta victoria consecutiva. La organización apostaba por Jalabert y en segundo término por propiciar un relevo generacional; apostaba igualmente por convertir a los escaladores en los jueces de la carrera. Y, naturalmente, por fabricar un Tour más televisivo, con emboscadas en el Macizo Central y un desenlace final en la contrarreloj de Burdeos. El resultado ha sido sorprendente: Jalabert se acabó justo en el primer puerto, Riis. se consolidó como líder en tres actuaciones que parecieron tres cronoescaladas (y Riis es un contemporáneo de Induráin), los escaladores han estado lejos de aspirar a la victoria final, el Macizo Central fué un tránsito aburrido que expulsó a los espectadores de la pantalla y la contrarreloj viste modelo de trámite. Toda la emoción que concentraron las dos primeras semanas (un tanto falsa a lo que se vio, con demasiados aspirantes de paja) se evaporó en la subida al Hautacam.

Quedan dos victorias por disputar, una para algún contrarrelojista con ganas y otra para algún sprinter superviviente. Pero a los contrarrelojistas les falta motivación: ninguno de ellos podrá mejorar su actual posición; todo lo más una cuestión de prestigio. Así que nos quedan los sprinters, pero... nos falta Cipollini. Así que el Tour ha terminado echando de menos muchas cosas.

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