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¿Donde está 'IIzzy'?

Àngels Piñol

"¿Y eso qué es?". El taxista de Atlanta desvió por un momento la cabeza del volante e interrogó mirando con sorpresa al pequeño muñeco de goma de color azul y de ojos saltones que le mostraba el aún más estupefacto cliente extranjero. "¿Esto? Pues Izzy, la mascota de Atlanta. ¿No la cono ce?". "No, no la había visto nunca, pero me gusta, me gusta mucho, es divertida". El hombre, feliz por el hallazgo, asintió con la cabeza y acabó colocando el monigote de plástico sobre la guantera del automóvil. A poco del inicio de los Juegos una encuesta revelaba que un 60% de los norteamericanos ignoraban que su país iba a acoger una cita olímpica. Hay que bucear mucho por Atlanta para encontrar al heredero de Cobi. Ni por el Centennial Olimpic Park ni por la Villa Olímpica hay rastro de Izzy. Sólo en las tiendas de recuerdos o en el mismo centro comercial de la ciudad de los deportistas se encuentra la mascota en forma de pin, cojín, hucha o capuchón de lapicero, por unos precios que oscilan entre 400 y 1.800 pesetas.

La vida de Izzy no ha sido fácil desde que Cobi despidió los Juegos de Barcelona alzado en un barco de papel que se perdió en el cielo. Nació en medio de una gran polémica llamándose Whatizit? (¿Quéezezto?) -según la revista Time, un esperma con zapatones de lona-, ha acabado siendo Izzy y ahora ya no se sabe ni dónde está.

Atlanta se ha inclinado por arrinconar la criatura diseñada por el grafista John Ryan, en favor del símbolo de la celebración del centenario de los Juegos: una antorcha de la que surgen unas llamas que escapan en forma de estrellas con los cinco aros olímpicos en la base y el número 100. Es ese anagrama el que figura en los planos, paneles y carteles. "Izzy es una cosa sólo para los niños, de dibujos ánimados", razona un voluntario.

En Barcelona 92, Cobi, diseñado por Javier Mariscal y reproducido en 600 objetos por 61 empresas autorizadas, generó un volumen comercial de unos 40.000 millones y unos ingresos para el Comité Organizador de 1.550 millones. La elección de Cobi se produjo a principios de 1988 e inicialmente levantó una gran polémica por su diseño, entonces rupturista, respecto a las anteriores mascotas.

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