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Comienzan los Juegos del dólar

11.000 atletas de 197 países escribirán desde hoy la historia de Atlanta 96, la capital del poder económico

Santiago Segurola

Los Juegos Olímpicos alcanzan hoy su primer centenario. Atlanta, una ciudad pragmática y emprendedora, saludará la mayor fiesta deportiva del mundo, porque finalmente los Juegos son una celebración, un acontecimiento que rebasa el carácter estrictamente competitivo de las otras grandes citas planetarias, como la Copa del Mundo de fútbol. Durante dos semanas, 11.000 atletas pertenecientes a 197 países producirán toda clase de historias, desde el drama a la épica, desde los más altos sentimientos a la mezquindad, y algunos, muy pocos, podrán conseguir la gloria del triunfo. Pero detrás del paisaje humano y de la inmensa coreografía que rodea a los Juegos, está el dinero y sus consecuencias. Y pocas ciudades representan mejor que Atlanta el poder del dinero.Atlanta tenía que ser: u lugar dedicado en cuerpo y alma a los negocios, la patria de CocaCola, de la CNN, de la compañía aérea Delta, una ciudad cuyo lema no es otro que "estar demasiada ocupada para odiar a nadie". Ningún otro lugar ha crecido tanto en el terreno económico como esta ciudad de tres millones de habitantes, repartidos en un espacio urbano informe, sin ningún lazo con la historia, sólo preocupada de levantar rascacielos, abrir oficinas y hacer negocios. Atlanta representa como ninguna el espíritu del capitalismo más desesperado. Aquel pequeño apeadero de trenes en la vertiente meridional de los Apalaches se ha convertido en el centro financiero del sur de Estados Unidos. Y su próximo objetivo es convertirse en una de las metrópolis de referencia en el mundo. Para conseguirlo se necesita decisión y un espíritu visionario, el mismo que animó a John Thyne Pemberton a convertir un sucedáneo medicinal en el imperio de Coca-Cola, el mismo que llevó a Ted Turner desde una pequeña emisora situada en los bajos de un club a la consagración de la aldea global de la televisión (CNN), el mismo que sirvió a Martin Luther King para soñar con la integración racial, el mismo que ha llevado a Bill Payne, un oscuro abogado inmobiliario, a conseguir que los Juegos se celebren en. Atlanta. Por eso tenía que ser Atlanta la sede de los Juegos, porque el deporte, que ahora se mide fundamentalmente en términos. económicos, se debe sentir muy cómodo en una ciudad que adora el color del dinero.

Ni un sólo centavo público ha sido concedido a la organización de los Juegos. El presupuesto de 1,2 billones de dólares está financiado mayoritariamente por las grandes multinacionales que patrocinan los Juegos. La búsqueda de fondos ha sido ardorosa y ahora comienza la difícil hora de conseguir beneficios. A Bill Payne, el capitán de Atlanta 96, se le medirá por su habilidad para ganar dinero o por su incompetencia para perderlo. Doce años atrás, Peter Ueberroth, otro personaje desconocido hasta entoces, convirtió los Juegos de Los Angeles en una máquina de generar ganancias. Payne tendrá que mirarse en Ueberroth porque estos son unos Juegos muy americanos, a mayor gloria de la iniciativa privada, nada que ver con el impulso colectivo de Barcelona 92, cuya referencia es constante en estos días. Pero mientras Barcelona 92 tuvo la doble virtud de difundir la es pléndida imagen de una ciudad y el progreso de un país, Atlanta 96 sólo representa el espíritu de unos pocos, de la gente con el poder para convertir la mayor competición deportiva del mundo en una empresa beneficiosa.

Pero cualquiera que sea la pe netración del dinero en el ideario deportivo, los héroes todavía son los atletas. Hacia ellos se dirigirá la atención de los miles de millones de personas que de una u otra manera atenderán el desarrollo de los Juegos de Atlanta. Han pasado 100 años desde la reinstauración de los Juegos y apenas queda nada de los célebres principios del Barón de Coubertin. El amateurismo ha sido arrollado por el profesionalismo, por estrellas que ganan cantidades escandalosas de dinero, como Shaquille O'Neal que ayer firmó un contrato de 120 millones de dólares (unos 15.000 millones de pesetas) con los Lakers de Los Ángeles. Y en otras escalas se puede decir lo mismo de los grandes protagonistas de Atlanta 96: los velocistas Michael Johnson, Frankie Fredericks, el legendario Carl Lewis, Franziska Van Almsick, el nadador Tom Dolan -cuya figura crece comercialmente día a día-, su rival Jani Sievinen o Karch Kiraly, el veterano campeón de voleibol. De alguna manera, todos ellos vienen a representar lo mismo que las estrellas del otro gran espectáculo de este siglo: el cine. Son actores de un gran acontecimiento, pero también son héroes en el corazón de la gente. Todos serán héroes durante dos semanas, porque todos tendrán una buena historia que contar durante las dos próximas semanas.

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