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LA LUCHA POR EL KREMLIN

Lébed, entre Pinochet y De Gaulle

El posyeltsinismo ha comenzado y se abre una incógnita sobre las ideas y objetivos del General ruso

Pilar Bonet

Con los votos aportados a Borís Yeltsin para frenar el comunismo, el nuevo secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Alexandr Lébed, ha saldado su deuda moral con los círculos de empresarios prooccidentales que le apoyaron durante la primera vuelta de la campaña electoral por la jefatura del Estado. Ésta es la opinión de medios militares próximos al general, según los cuales "Lébed se ha visto obligado a jugar en el campo contrario durante algún tiempo, pero ahora juega en su propio campo".Tras lograr el apoyo de 11 millones de personas y concluir la primera vuelta en tercer lugar, Lébed ha revolucionado el equilibrio de fuerzas en el Kremlin y ha introducido elementos de imprevisibles consecuencias en la bizantina escena política de la potencia nuclear rusa. Los observadores políticos en Moscú tienen conciencia de que algo cualitativamente nuevo sucede en el Krenilin cuando analizan las señales que emite Lébed. Entre las dos vueltas, los allegados de Yeltsin se han preocupado de dos cosas: asegurar la victoria del presidente y defenderse o congraciarse con el general.

Lébed ha expuesto concepciones sobre seguridad estatal susceptibles de inquietar a los banqueros, que ya se habían hecho la ilusión de convertirle en un gendarme al servicio de sus propias concepciones de la reforma en Rusia. El general ha arremetido contra la industria petrolera y del gas, el sector más floreciente de la economía y la base de poder del jefe del Gobierno, Víktor Chernomirdin, y lo ha acusado de actuar de forma depredadora, corporativista y parásita a costa de los intereses de la sociedad, y de la agricultura y la industria no exportadora. Todos los sectores beneficiados de su posición de privilegio en la liberalización económica de los últimos años deben saber que "ha llegado la hora de devolver las deudas".

Lébed quiere solicitar la colaboración del Fondo Monetario Internacional (FMI) para lograr la vuelta de los capitales fugados de Rusia. Ayer, en el colegio electoral donde votó, aclaró que las restricciones en la concesión de visados -otra de sus ideas- tienen por fin "poner una barrera frente a los bandidos que desvalijan Rusia". En los últimos cuatro años, dijo, han salido del país 400.000 millones de dólares mientras Rusia "va de pedigüeña por el mundo", añadió. Alegando la necesidad de atajar el terrorismo, el narcotráfico y el contrabando de materias primas, Lébed es favorable a un "endurecimiento de las normas de visados y pasaportes" para todos lo extranjeros "sin excepción" y para los rusos que se desplazan por zonas conflictivas.

Lébed muestra una desconfianza ante Occidente que entronca con la teoría de la conjura contra Rusia, en la que creen muchos ciudadanos de este país. El general denuncia una "operación psicológica especial" que, según él, ejerció un papel fundamental en la desintegración de la URSS como Estado y que continúa en la actualidad, según él, con el fin de impedir que Rusia siga su propio camino nacional. Rusia, dice, debe recuperar sus posiciones en el mercado de armamentos y hacer caso omiso a los dictados de Occidente. Las armas rusas, sin embargo, no deben ir a parar a los fundamentalistas islámicos, ya que, según dice, acabarían disparando contra los rusos en Tayikistán o en Chechenia o en manos del terrorismo internacional.

No oculta el general la opinión que le merecen los círculos de poder de su país, donde "hay mucha gente con las manos sucias". Sus planes de lucha contra la corrupción, la evasión fiscal y el crimen organizado incluyen penas más severas.

La cuestión hoy está en saber si Lébed podrá imponer todas estas ideas y cómo. Formalmente, el poder que tenía hasta ayer es prácticamente nulo, ya que el Consejo de Seguridad es un organismo consultivo y Yeltsin no ha firmado aún el nuevo reglamento para dotarlo de más poderes. Pero en la práctica, las fuentes divergen sobre el poder real de Lébed, aunque los personajes considerados incombustibles de la política rusa, como el diputado Serguéi Shajrái, especialista en redactar textos jurídicos de todo tipo, toman ya posiciones en torno al oficial, que emana energía y carisma, aunque también inexperiencia y una simplificación de los problemas del Estado. En medios próximos a Yeltsin se mira con desconfianza la relación del general con Yuri Luzhkov, el alcalde de Moscú. "Luzhkov le está envolviendo en sus redes", afirmaba una fuente en esos medios.

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"Lébed ha dirigido este país desde el pasado día 26", afirmaba una fuente próxima al general, según la cual desde que Yeltsin sufrió su primera crisis cardiaca el miércoles de la semana pasada, el oficial empuñó el timón del Estado y lo dirigió solo mientras el primer ministro, Víktor Chernomírdin, viajó a la cumbre del G-7. Chernomirdin retrasó varias horas su viaje a Lyón el viernes, y Lébed, que debía visitar Tula ese día, suspendió en la madrugada ese viaje ya anunciado.

Al margen de las elecciones, el posyeltsinismo ha comenzado ya, y aunque muchos identifican a Lébed con un futuro Pinochet, los círculos militares en los que se mueve Lébed admiran, sobre todo, al general De Gaulle y conocen a fondo tanto sus escritos de historia y estrategia militar como su experiencia de estadista. De esta última parte, se quedan con la idea de devolver a su país el prestigio y el lugar que le corresponde en el mundo. Hay quien piensa que Lébed se mostró ya gaullista cuando estaba en el Trandsniéster al mando del 14º Ejército de Rusia. Allí se negó a encubrir a los miembros del OMON de Riga (tropas antidisturbios con sede en Letonia, cuando ésta era parte de la URSS) que trabajaban con identidades falsas con las autoridades de la república secesionista del Transdniéster. Los miembros del OMON de Riga eran los abanderados de una defensa del imperio soviético y, tras el colapso de la URSS, tal vez hubieran podido aunar en una lucha armada a quienes no aceptaban la desintegración del país. Si Lébed lo impidió, su actuación está en el espíritu de De Gaulle. El futuro dirá si el nuevo hombre fuerte del Kremlin está más cerca de Pinochet o del estadista francés.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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