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Zülle gana la prólogo televisiva

Induráin terminó por detrás de todos los aspirantes, a excepción de Jalabert

Luis Gómez

La televisión ha conseguido por fin secuestrar la prólogo y nada hay que objetar. Ni es una etapa decisiva, ni tiene un valor específico. Era y es una ceremonia, un desfile de estrellas, una puesta en escena muy civilizada. Llevaba. el Tour algún tiempo intentando buscarle un formato televisivo y ya lo ha conseguido. Además de trasladar el evento a un horario próximo al prime time, necesitaba un escenario que congeniara con un gran espectáculo. La organización holandesa ha dado con la solución y ayer se vivió un brillante arranque del Tour, no exento de cierto tono revisteril con parte del público presenciando la salida mientras daba cuenta de un entrecote a la luz de una vela. Todo fue luminotécnico, colorista y espectacular. No hubo el drama de hace un año, pero sí la emoción necesaria para ver a las estrellas peleando por un puñado de segundos. La victoria sonrió a Zülle, que vuelve a tocar el amarillo por segunda vez en su carrera. Induráin se lo cedió sin complejos: hizo una prólogo digamos que relajada. La jornada fue un éxito porque los apellidos en, boca de los aficionados quedaron colocados entre los diez primeros de la general. Realmente, no lo se podía pedir más.A primera vista, la prólogo excita la tentación por echar cuentas. Mal negocio suele ser, porque la experiencia dicta que se extraen conclusiones equivocadas. En diez kilómetros no hay posibilidad de medir nada. Casi no hay sufrimiento en este sprint largo, sólo explosión, puede que ambición y, naturalmente, riesgo. El resultado final sonrió a las nuevas generaciones, desde Zülle, que acaba de ingresar en la madurez (cumple los 28 años el 5 de julio) hasta Abraham Olano, que sube peldaños día tras día. Les acompañó Boardman, el verdadero superespecialista, ayer un tanto precavido ante el suelo mojado y la memoria todavía viva del trastazo que se pegó el pasado año. Y no faltó a la cita Berzin, perfectamente capacitado para este tipo de pruebas. No hay duda de que la general permite una lectura generacional. Bien está, pero sin excesos.

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Miguel Induráin se limitó a cumplir con el protocolo. Ya no es un hombre que dispute la prólogo como si le fuera algo en ello. El paso de los años le ha restado capacidad explosiva para las distancias cortas y la experiencia le ha demostrado la vacuidad de los segundos que se pierden en esta jornada. No tiene tampoco un excesivo interés por alcanzar el amarillo fuera de lo que es su calendario habitual. Evita riesgos y agradece que el liderato quede en buenas manos, si lo toma alguien dispuesto a mantener el orden en el pelotón. Y en manos de la ONCE está.

La ONCE vivió una jornada festiva, digna de su dedicación a este tipo de pruebas. Primero experimentó la buena actuación de Melcior Mauri, a quien se le adjudicó una salida tempranera por si el capricho del tiempo (viento variable y lluvia intermitente) decidía hacer una jugarreta como la del año pasado, cuando los modestos disputaron la etapa con calma y a los jefes de fila les preparó una encerrona en forma de borrasca. La estratagema salió bien porque Mauri disfrutó de un largo liderato. Luego, para remate, Jalabert, que está lejos de ser un especialista, hizo una buena carrera. Finalmente, Zülle consiguió lo que llevaba años persiguiendo.

El liderato de Mauri fue a Olano, de Olano a Boardman y de Boardman a Zülle. Los aspirantes' llegaron con prisas arañando segundos y la televisión pudo cerrar la fiesta con limpieza aprovechando un final no exento de clímax. Induráin apareció de amarillo majestuoso tras la penúltima curva, pero sin amenazar a nadie. Era una forma de crear suspense, dado que es el protagonista. Como los culebrones. Continuará.

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