Suicida
A un tipo que se quería suicidar alguien le dio una fórmula suave y de toda garantía: primero te tomas un whisky doble, después te preparas una bola de helado de chocolate y en ella vacías un frasco de digitalina. Lentamente, con una cucharilla, al iniciarse la noche comienzas a degustar el helado. El dulce sabor del paladar se irá confundiendo con el sueño y el alcohol habrá servido previamente de lecho para olvidar aquello que te atormenta. De madrugada, con una bajada armoniosa, tu corazón se detendrá por fin y, cuando canten los pájaros, ya estarás en la región donde nadie cuece el pan. Después de meditar esta solución, un día el tipo se preparó todos los condimentos para pasar al más allá. Le gustaba el helado de vainilla, de modo qué eligió ese sabor; también adquirió el fármaco con la receta de un médico amigo; el whisky era de Malta. Antes de servirse dos Jack Daniels en vaso largo puso una película de Humphrey Bogart en el vídeo. Comenzó a beber llorando. Y mientras el suicida pensaba en la tragedia de su vida, oyó que Bogart le decía a otro tan desesperado como él: "Muchacho, no hay problema en este mundo que no se solucione con un whisky doble". Esta frase fue suficiente para que el tipo tirara a la basura la bola de helado que ya estaba cargada. Al día si guiente el tipo me llamó por teléfono para contarme que el whisky doble de Bogart, de momento, le había salvado pero que seguía sin encontrar sentido a su vida. Prueba con otra fórmula, le dije. Cómprate un plato de cerámica cuyo fondo esté decorado con una maravillosa estrella de David o con un verso bellísimo de Virgilio. Come todos los días en ese mismo plato como hacen los perros. Llénalo de alimentos naturales, menestras, arroces, potajes. Atravesando estos manjares trata de alcanzar tu destino. Este aparecerá cuando debajo de ellos, en el fondo del plato rebañado, comience a brillar cada día la estrella de David o puedas leer algo así: "Tendido y mudo, en honor tuyo, está el mar". Si esto no te sirve, puedes pegarte un tiro.
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