Una cuestión personal
Inglaterra y Escocia dirimen en Wembley un choque de alta tensión
Cuando dos selecciones se han enfrentado en 107 ocasiones y su primer pulso se remonta a 1872 (0-0 en Glasgow ante 4.000 espectadores) nadie puede eludir que un choque Inglaterra-Escocia es una cuestión personal. "El partido más grande del mundo, con una rivalidad incomparable", lo definió ayer Bobby Charlton. El mítico jugador inglés apuntaba en los medios británicos un ejemplo del talante del envite: "Cuando regresé a Manchester tras ganar el Mundial de 1966, Denis Law [uno de los grandes símbolos del fútbol escocés] no me dirigió la palabra hasta que un año después Escocia nos ganó en Wembley y fue para decirme: 'Ahora, los escoceses somos los campeones del mundo'". No es extraño por tanto que Wembley (Autonómicas, 16.00) adquiera hoy un tono incandescente.Inglaterra llega herida a la gran cita. Su desastroso partido inaugural ante Suiza ha amplificado más si cabe las críticas contra el técnico, Terry Venables, y el tormentoso comportamiento de los jugadores, que poco después del batacazo fueron vistos ahogando sus penas en alcohol. Una derrota podría dejar a Inglaterra al borde de la eliminación y, precisamente ante Escocia y en Wembley, originaría un terromoto de consecuencias imprevisibles. En las últimas horas, Venables ha mantenido su habitual tono hermético. Sólo a tenor de algunos entrenamientos se puede intuir que la principal novedad del equipo puede ser la inclusión del defensa Southgate en el medio campo, en un intento del técnico por contrarrestar a Escocia con un equipo musculoso.
Escocia, que hace 11 años que no gana a Inglaterra, irrumpe en el gran día con más crédito que su enemigo, fruto de su empate con Holanda, Craig Brown, el seleccionador escocés, tampoco ha dado ninguna pista. Ha decidido preparar celosamente el partido, consciente de que un buen resultado no sólo dejaría a su equipo a un paso de los cuartos de final por primera vez en su historia, sino que le situaría en las páginas de oro del fútbol escocés. De su boca sólo han salido unas pocas palabras, sucintas, pero reveladoras: "Ya sé lo único que tendré que decirles a mis jugadores: comeros el balón". Todo vale cuando se trata de una cuestión personal.
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