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EURO 96

Esperando la gran batalla

Ingleses y escoceses, protagonistas de una de las tardes más temidas

Santiago Segurola

Dentro de la Eurocopa hay un torneo que lo juegan dos: Inglaterra y Escocia, dos equipos que se miran de frente por razones de toda clase. En la hora del fútbol, ponen en medio cuestiones políticas, religiosas, el honor, la tradición, las culturas y el desdén que se profesan. Bring on the English (Que vengan los ingleses) cantaban desafiantes los hinchas escoceses después del empate de su equipo frente a Holanda. Están preparados para el partido de hoy en Wembley, para una de las tardes más temidas por la policía inglesa.Desde Escocia miran la Eurocopa como un ejemplo más de la pedantería inglesa, de su intolerancia y de su falta de sensibilidad con los vecinos del norte. Cualquier excusa sirve para sentir el agravio. La Scottish Television ha tenido que retirar la careta de presentación de los partidos ante el aluvión de protestas que se ha producido. Los aficionados se quejaban del corte "excesivamente inglés" de las imágenes, que contenían vistas de los acantilados de Dover y secuencias del día de la victoria de Inglaterra en la Copa del Mundo en 1966.

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Una cuestión personal

No hay indulgencia entre las dos aficiones. En Escocia se recuerda como un día nacional el triunfo de su selección en Wembley, el 15 de abril de 1967, apenas diez meses después de que Inglaterra conquistara el Mundial. Aquel célebre equipo de Dehnis Law, Billy Bremner, Jim Baxter y Bobby Lennox figura en los corazones de los aficionados escoceses. Habían derrotado al enemigo más odiado y quieren hacer lo mismo el sábado. Un desastre inglés supondría su práctica eliminación de la Eurocopa, una catástrofe de proporciones mayúsculas, imposible de digerir en el país organizador del torneo.

Puesto que es más que un partido, los hinchas se lo toman como tal, ante el temor de la policía. Algunas noticias son preocupantes. Los responsables de seguridad han acotado un área del estadio para los escoceses, que acudirán con sus tartanes y sus gaitas -admitidas a última hora después de haber sido prohibidas preventivamente al considerarlas un objeto peligroso en los graderíos-. Aunque el control de la zona escocesa de Wernbley estará asegurado por un espectacular dispositivo policial, los servicios de información infiltrados entre los hooligans saben que cientos de escoceses han obtenido entradas situadas en el territorio inglés de Wembley.

La mayoría de los radicales desean entrar en las líneas enemigas, por utilizar la terminologia belicosa que se espera de ese partido. El Sunday Times presentaba la historia de Andy Blance, fogoso seguidor del Hibernians, un tipo de 31 años que abandonó los estudios a los 16 y ha dedicado la mitad de su vida a buscar la bronca en los estadios. Blance y los hooligans escocés han firmado un tratado -temporal de paz para unir fuerzas contra los ingleses. Probablemente nadie le reconocerá cuando llegue hoy a Wembley: como es tradición entre el grupo de fanáticos del Hibernians, viste con ropa de diseño -chaqueta gris de tres botones, chaleco, camisa blanca y brillantes zapatos de cordones-. Estamos ante un sucesor generacional de los macarras de La naranja mecánica, un dandy que acaba de cumplir una condena de cinco años por intento de asesinato. Sucedió durante una pelea con una banda rival. En medio del tumulto, atacó a uno de sus adversarios con un hacha.

Blance está decidido a viajar a Londres. No lo hará con sprays de gas, ni con cuchillos, como muchos de sus colegas. Sabe que agentes de la policía están infiltrados en las bandas y también sabe que los cacheos en los accesos a Wembley serán muy severos. Escudriñarán hasta el interior del sporran, aditamento de la falda. Blance, y la policía se teme que muchos otros como él, se introducirá entre los hooligans ingleses e improvisará, según sus palabras: "Llegaremos, arrancaremos algunos postes del vallado y haremos nuestro trabajo".

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