Un enemigo común
El odio a los ingleses hermana por unas horas a los 'hooligans' holandeses y escoceses
"Quizá no haya problemas entre escoceses y holandeses, porque les une su odio a los ingleses". Pese al vaticinio de un jefe de la policía de Birmingham -que se niega en rotundo a facilitar su nombre, y no digamos su apellido- apenas había amanecido en esta ciudad de un millón de habitantes, situada al suroeste de Inglaterra, cuando más de medio centenar de motoristas de la policía, fácilmente reconocibles por su uniforme naranja-butano chillón, esperaban con el caballete de su máquina clavado en el asfalto la llegada de seguidores escoceses y holandeses. Por parejas, controlando las principales arterias de entrada a la ciudad. Cada vez que se aproximaba un autobús engalanado con los distintivos tradicionales de los hooligans era detenido, supervisado y, posteriormente, escoltado hasta el aparcamiento del estadio Villa Park.Desde el alba, para contener a dos de las hinchadas más alborotadoras y violentas del Continente, la policía de Birmingham movilizó a 3.000 agentes de los 7.000 que integran su plantilla. Todos por el centro, hasta que tres horas antes del choque mil se dirigieron al estadio. "Todo está controlado, da la impresión de que los más peligrosos vienen juntos al estadio; ahora son amigos, porque tienen un enemigo común (Inglaterra), pero no nos fiamos", dice el jefe de policía destacado en Villa Park. El estadio está completamente vacío, hasta que este interlocutor da la orden. de registrar el escenario. Entre los agentes -algunos lamentan que durante el mes de junio no podrán tener vacaciones- hay varias decenas de mujeres. Mary, la única que da un nombre, es una veterana: hace años que se encarga de controlar a los hooligans del Aston Villa, el primer equipo de la ciudad. "Nos respetan tanto como a los hombres, porque también sabemos ponernos serias, incluso más que ellos; en mí caso, basta con que me vean los labios".
Del millar de policías enviados al partido, 150 se colarán en la grada sur, entre los escoceses (sobre 6.000) y otros tantos entre los holandeses (unos 9.000). Sesenta agentes permanecerán apostados en las puertas de entrada al estadio. Su misión es cachear uno a uno a los espectadores. El jefe de policía, consulta con un colega por el walkie. ¿Qué ocurre? "Nada, me dicen que en las calles todos siguen hermanados".
Por si acaso, Birmingham está tomada por 2.000 agentes. Temen más la noche que el partido. En Birmingham, a diferencia de otras sedes de la Eurocopa, no hay ley seca. Los pubs estarán abiertos hasta las once de la noche y lo único que no tiene bajo control la policía es "cuántos litros de cerveza se venderán". Y se intuye otro problema: "Unos y otros se cruzarán con los ingleses y... "Al contrario que en otros puntos del Reino Unido, en Birmingham no han sido detenidos los cabecillas de los grupos de fanáticos locales. Mientras se coloca las esposas en el cinto y ajusta su porra -sus únicas armas-, el jefe lanza un último vaticinio: "Peor lo tendrán mis colegas de Londres el sábado, con Escocia frente a Inglaterra. No tendrán un enemigo común".
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