Toma el dinero y corre
Quienes han visto su sombra en las estaciones, las terrazas y los aeropuertos dicen que tiene un despistado aire de viajante. Al parecer suele llevar gafas plegables, zapatos de tafilete, corbata a convenir, traje de alpaca, teléfono celular, billete de vuelta, código de barras en la frente, bolígrafo americano y, conveniente implantado al brazo como un aparato ortopédico, el instrumento que revela su verdadera condición profesional: es el hombre del maletín.En estos días de porcentaje y cociente, cuando la Liga se aprieta como el fuelle de un acordeón, el hombre del maletín viaja indistintamente por cuenta de potentados y desfavorecidos; cita a capitanes y reyes; promete galas, pompas y homenajes. Con él llegará de nuevo el debate sobre la legitimidad de las primas a terceros. ¿Es una fórmula ilegal? ¿Sería judicialmente perseguible? ¿Habría que descalificar a los equipos capitalistas? Por lo que respecta al propio hombre del maletín, ¿nace o se hace? ¿Estamos ante un simple chorizo vestido para comprar? ¿Es en realidad un detective que persigue el fraude fiscal por cuenta propia? ¿Es acaso un evasor arrepentido que aspira a congraciarse con la Agencia Tributaría? Demasiados moscones para tan poca primavera.
Hasta ahora hemos escuchado dos argumentos básicos sobre tan huidizo personaje. Según el primero, que utilizan invariablemente los supuestos damnificados, mediar de este modo en una competición es adulterarla. De acuerdo con el segundo, que invocan siempre los beneficiarios, ni es delito pagar a un deportista para que gane, ni lo es cobrar por cumplir estrictamente con la obligación. ¿En qué queda entonces?Con más o menos fundamento, los valedores del maletín están convencidos de que sin dinero extra los chicos correrían menos, lo cual implica un pequeño agravio: equivale a presuponer que son un poco flojos de taleguilla. ¿No habíamos dicho que las primas se olvidan al simple tacto de la camiseta? Además, si de verdad son un estímulo, ¿no se establece un principio de injusticia? ¿No estaríamos ante un flagrante caso de desigualdad de oportunidades entre quienes deciden pagar y quienes se limitan a competir?
Pero, pensándolo bien, los pobres parias de la Liga se dirán que a billete regalado no se le mira el número de serie. Admítanme una idea: permítanme apuntarles que quizá les convenga asociarse, abrir un fondo de reptiles, y repartirlo solidariamente en una comida de fraternidad.
Yo, de primero, angulas.
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