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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mejor el anuncio que el programa

Manuel Rivas

Hubo un rey Abderramán que al cabo de la vida contó los días de felicidad y le salieron 13. Al final del estreno de Caiga quien caiga, la noche del viernes en Tele 5, me pongo mucho menos exigente que el rey moro e intento un benévolo recuento de pequeñas felicidades, de alegrías de bisutería catódica, unas poquitas habas. El resultado es descorazonador. Y no fue por falta de ganas. Ese audímetro que todos llevamos dentro permaneció alerta, en plan "ahora sí, ahora viene lo bueno", y terminó el programa con la típica mueca lánguida de lo que pudo haber sido y no fue. ¿Qué es lo que pudo haber sido? Ése es el problema. Tampoco lo sé.Crear expectativas es un arma de doble filo. La autopromoción de las cadenas ha entrado en una carrera tan exagerada que a uno lo que le acaba gustando son los anuncios de algunos programas siempre que no ceda a la tentación de verlos. Por ejemplo, te dicen que acciones en el mando mental el dispositivo S (Sorpresa). Luego resulta que en la feria hay lo de siempre, la vaca de cinco patas y la mujer barbuda, y te quedas con el síndrome de los hechos consumados. A veces pienso que sería mejor que los programas surgieran de repente, a traición, con alevosía nocturna, y que te encontraras con ellos por azar como con la sombra tigresa de un gato callejero.

El señuelo de Caiga quien caiga era muy prometedor. Invitaba a accionar el dispositivo mental PB (Pasarlo Bomba). Buen título (para mí, la añoranza de aquella genial película jamaicana del mundo reggae en los años setenta). Buena estética, con reporteros de traje y gafas negras a lo Blues Brothers. Buena idea: parodiar la actualidad y al propio medio televisivo. Buena intención: hacerlo, con estilo. Uno cree, además, en la materia prima de El Gran Wyoming, el humor del disparate dicho en serio, tan desaprovechada en otras experiencias. En el colmo de las ilusiones, Caiga quien caiga podría ser el anhelado contrapunto a otros productos en circulación, como el show cada vez más pendenciero que en la misma cadena cruza el Mississippi.

El estreno de Caiga quien caiga daba la impresión de ser un número cero. Es posible que Wyoming y los suyos lo hayan pasado bien ingeniando situaciones graciosas, pero hay una cierta diferencia entre querer hacer gracia y hacerla. Carrascal, objeto de uno de los reportajes con pretensiones kamikazes de Caiga quien caiga, hace reír cuando editorializa en serio en su informativo, pero no funciona cuando lo pones en situaciones risueñas. La pieza más lograda fue precisamente la importada, la del desparpajo de un locutor porteño con las estrellas de Hollywood. Lamento, como aquel rey Abderramán, no haberlo pasado bomba el viernes. Pero hay mucha vida por delante.

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