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El fin del victimismo

Nada más lejos de mi intención que exigir a la derecha, tan pronto, el cumplimiento de su programa y de sus ungüentos. Ochenta años y dos meses es muy poco tiempo. Además, este derecho corresponde, sobre todo, a sus electores. Y como la costumbre parlamentaria concede una cortesía de cien días a todo nuevo Gobierno, no quiero yo ser descortés, no quiero anticiparme con la crítica a ese plazo. Aunque me asalta la duda, no puedo evitarlo, de qué pasará con el pacto local incluido en el programa del Partido Popular y ausente de los pactos con CiU. Porque el señor Pujol es presidente de la Generalitat, pero no alcalde de Barcelona.Pero si hablo del trigo de Madrid no incurriré en falta ni impaciencia. Porque el trigo prometido por el PP para Madrid fue predicado hace más de cien días. Muchos más. Ya va para siete cosechas que los madrileños esperan aunque sea alguna espiga. Lo que ocurre es que parece que fue ayer cuando decían que iban a arreglar la inseguridad ciudadana, el desempleo, el tráfico o las drogodependencias. Y, sin embargo, han pasado siete años, y la culpa de que Madrid esté cada vez peor la hemos seguido teniendo los socialistas. Porque hasta hace un año aún gobernábamos en la comunidad autónoma. Y hasta ayer, como quien dice, Felipe González era el presidente del Gobierno.

Por eso, del caos circulatorio, de la indisciplina automovilística, de la suciedad de Madrid, de la concepción triste, cutre y autoritaria de la cultura y de la ciudad, del abandono de los parques, jardines y vertederos incontrolados, de todo esto seguimos teniendo la culpa todos, incluso los propios madrileños. Incluso hasta la ONU. Todos, menos el PP. Como Dios manda. Porque en todas estas cuestiones una cosa es el sermón y otra es el pan.

Pobrecillos, a menudo se nos olvida que sólo llevan siete años en ello. Aquí, con mayoría absoluta, sólo les ha dado tiempo a subir los impuestos mientras prometían congelarlos, a endeudar gravemente al Ayuntamiento hipotecando su futuro, a incrementar las situaciones de marginación con el abandono progresivo de los servicios sociales y a olvidarse de los programas específicos para la juventud y la mujer. El Estado de bienestar es para otros sitios. Aquí sólo les ha dado tiempo a ser intolerantes e insolidarios.

Su particular concepción del Estado de las autonomías, tan flexible, cambiante y acomodaticia, como ha podido comprobarse, ha cristalizado en Madrid en un modelo de administración municipal cada vez más centralizada, más negador de la participación del movimiento ciudadano y más desigual en el trato a los distritos de la ciudad. En Madrid el sur también existe, y cada vez más. Pero no para la derecha, que está instalando progresivamente un darvinismo social en el que el acceso a la vivienda en nuestra ciudad, para los jóvenes y para los sectores más necesitados, se ha convertido en un imposible.

Su predicación estaba llena de palabras y vacía de proyectos. Aun hoy no tienen otros que los que nosotros dejamos iniciados. Su eficaz gestión de siete años no les ha permitido todavía terminarlos. A pesar de haber inaugurado algunos hasta tres veces.

Y mientras tanto se han embarcado en operaciones que a nadie benefician. O mejor, benefician sólo a intereses muy concretos y especulativos. El resultado es que Madrid, con la derecha, cada vez está peor, sin proyectos de futuro. Le han roto su dinamismo y le tan parado el reloj de su historia, perdiendo posiciones en el concierto de ciudades españolas y europeas.

Parecería que ahora el recurso al victimismo como justificante de carencias, fallos y errores es más difícil para la derecha. Porque ¿quién tendrá desde ahora la culpa de todo? A la vista de lo acontecido en la capital del reino, es muy posible que siga siendo la herencia socialista. Es una fuente inagotable. Porque siete años no es nada. Aunque se les compare con casi dos siglos.

Juan Barranco es portavoz del Grupo Municipal Socialista.

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