"Hago partidazos que no valoran"
Zubizarreta bate el récord de partidos de la Liga (543), pero aún se siente cuestionado
Último minuto de la final de la Eurocopa. España gana 1-0 a Italia y el árbitro pita un penalti a favor de los italianos. Roberto Baggio frente a Zubizarreta. Una cuenta pendiente. El vasco saca su manaza y desvía la pelota: ¡España es campeona de Europa! Parece mentira, pero este sueño no tiene cabida en Andoni Zubizarreta. "Es una historia que haría feliz a cualquiera, pero no sueño con ello porque aun ocurriendo se ensalzaría al delantero que marcó nuestro gol". Y es que Zubizarreta es un caso peculiar.Sus estadísticas no le han alejado del ojo del huracán. El sábado, a sus 34 años, batió el récord de partidos de la Liga de Buyo. Ya suma 543 encuentros, lo que supone 48.680 minutos entre los postes. Ha encaja" do 527 goles -68 de penalti-, con un promedio de 1,03 por partido. En 15 temporadas en Primera ha conseguido seis Ligas, tres Copas, una Recopa y una Copa de Europa. Los números no han silenciado las críticas y da la impresión de que Zubi se siente infravalorado: "He hecho partidazos que jamás se han valorado, como en Kaiserlautern y la final de Wembley". Pero fueron los partidos de Bakero y Koeman. En cierto modo, su carrera, a pesar de ser extensa y prolija, ha estado marcada por dos nombres: para unos es el amigo de Javier Clemente y para otros, el enemigo de Johan Cruyff. Él tiene otra visión.
"No tengo muy claro que Clemente haya sido la persona más importante de mi carrera. Sólo lo fue al principio, pero el fútbol es un toma y daca en el que un entrenador apuesta por tí y tú le tienes que responder". El vasco insiste: "Parece que toda mi carrera internacional (106 partidos) la he hecho con Clemente, y no es cierto". De hecho, está convencido de que su relación con el actual seleccionador no siempre le ha beneficiado. En algunos momentos, más bien lo contrario: "Javi siempre ha salido en mi defensa, y se lo agradezco, pero no sé si en ocasiones ha sido bueno para mí".
Su etapa junto a Johan Cruyff en el Barca fue tortuosa. El holandés aterrizó en el Camp Nou con ideas revolucionarias, como su apuesta por sólo tres defensas, y Unzúe bajo el brazo. Allí estaba Zubi, un mocetón de 187 centímetros, lento y poco hábil con los pies. "Muchos me quisieron liquidar automáticamente, pero el fútbol no es más que un continuo aprendizaje". Resistió al frente de la portería azulgrana, pero siempre estuvo acosado. Y al final se deterioraron sus relaciones con Cruyff: "No hubo problemas personales o profesionales con Johan. Mi obligación es decir las cosas que no funcionan y parece que si no dices amén a todo estás enfrentado con el míster".
Al menos, el holandés le dejó huella. Zubi se llevó una lección: "Cuando las cosas van mal, siempre pueden ir peor". Lo aprendió en Atenas, en mayo de 1994. El Milan trituró al Barça en la final de la Copa de Europa -"fueron tan superiores que ni siquiera me comí el coco"- y un día después Cruyff le despidió.
Zubi sólo compartió el disgusto con su esposa. Al día siguiente reunió a sus compañeros en el vestuario y les dio una charla que "el 80% no entendió, hasta que leyó los periódicos un día más tarde".
Con la decisión de Cruyff, un sector de la prensa y el público tuvo una nueva oportunidad de liquidar al vasco. Así lo cree él: "Después de ocho años en el Barca era muy difícil dar continuidad a mi carrera y de nuevo fui cuestionado. Pienso que este año ya lo han dejado por imposible". Esta temporada también han aflorado las intenciones de jubilarle. El argumento es la defensa de los porteros modernos, capaces de combinar manos y pies, frente a los viejos chopos, cobijados siempre bajo el larguero. "Lo importante es parar, da igual cómo se haga", se defiende Zubi.
¿Por qué le acompaña ese halo de patito feo? "Porque vivimos en un mundo que sólo valora lo que se hace de cara al público, la imagen exterior, cuando, en realidad, es mucho más importante la palmada de un compañero al llegar al vestuario". También lamenta que tampoco su actual equipo haya recibido más palmadas y afirma que "no se nos ha valorado justamente".
Puede que la salida de Bilbao tuviera mucho que ver con el semblante taciturno de Zubi y su perenne sensación de falta de reconocimiento. Allí lo tuvo todo. Y pudo cumplir el único sueño de su vida: "De niño sólo quise jugar en el Athletic". Y jugó. Y se educó con el mejor portero de la historia del fútbol español (Iríbar) y se exhibió en una tierra "que sabe valorar como ninguna a los porteros". Quizá por ello, desde que abandonó San Mamés parezca un león herido al que sólo acompaña un tibio deseo: "Tener el vídeo del homenaje a Txetxu Rojo en 1982. Tuve un gran día. Recuerdo que jugaba Keegan...".
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