_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Islam: el cartero de la civilización

El islam de hoy no es el islam de hace cincuenta años. Sociedades musulmanas tan distintas como las de Bosnia, Irán, Egipto, Malaisia y Pakistán están intentando, cada una a su modo, adentrarse en la modernidad.Pero existe tensión. Mientras las revoluciones de la alfabetización, las telecomunicaciones y los viajes han expuesto a los musulmanes corrientes a los atractivos símbolos materiales de la modernidad, esa realidad sigue muy lejos del alcance de todos, salvo de el 1% o 2% de la población. Así que existe frustración e ira.

Para llenar este vacío entre los sueños y la realidad, la gente se aferra a aquello en lo que confía: su identidad cultural y su religión. Como religión, el islam es especialmente consolador porque tiene un gran alcance. Da respuestas a todas las situaciones de la vida, incluso da respuesta al vacío espiritual de Occidente. Cuando algunos presentan esta fe que todo lo abarca de forma agresiva, alentada por la ira y la frustración, Occidente la considera fundamentalismo peligroso. Al igual que los musulmanes del Este, los jefes de los occidentales se ven tan cargados de información actualmente que sólo pueden organizar su mundo con etiquetas y recurriendo a los prejuicios. Las imágenes de lugares distantes se toman como realidades. Sea mirando de Oeste a Este o viceversa, captar su complejidad parece un lujo que nuestra época apresurada no se puede permitir.

El ímpetu de los medios de comunicación está acercando a la gente como nunca con anterioridad, pero la gente no está preparada todavía. El hombre necesita tiempo para absorber los cambios y adaptarse, para aculturarse. La información puede resultar útil, pero también puede ser peligrosa si la velocidad del torrente crea sólo falsas ideas, ansiedad y sospecha. Si queremos sobrevivir, todos tendremos que frenar y vivir con menos.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Es cierto que se encuentra intolerancia en el mundo islámico, especialmente entre los que están atascados sin esperanza en unas condiciones de vida míseras, igual que se puede encontrar dentro de la historia real de todas las grandes religiones.

Para evaluar adecuadamente cualquier fe en el complejo mundo actual hay que buscar el mensaje fundamental. A lo largo de su historia, el mensaje del islam ha sido un mensaje de inclusión, no de exclusividad. La tolerancia característica del islam ha llevado a que sea denominado "el cartero de la civilización" por haber enlazado tantas culturas dispares con su mensaje.

Aunque el islam surgió en el árido desierto, se convirtió en la religión de las grandes ciudades mercantiles con sus distintas poblaciones: Bagdad, Damasco, Tashkent, Bakú, El Cairo. A diferencia de las exclusivas civilizaciones agrícolas del interior europeo, el islam creció y se fortaleció como una civilización abierta al Mediterráneo. Antes incluso de que el islam llegara a Bosnia éramos conocidos no sólo por nuestra tolerancia, sino como disidentes y herejes. Se consideraba tan herética a la Iglesia bosnia que Martín Lutero la calificó de protorreformista. Los turcos otomanos no nos obligaron a convertirnos al islam como muchos piensan, sino que nos convertimos voluntariamente debido al extendido desencanto de la población con el cristianismo.

La tolerancia del islam ha caracterizado a Bosnia a lo largo de toda su historia, razón por la que no temo, ni viendo el fundamentalismo biológico de las campanas de limpieza étnica de serbios y croatas, que Bosnia sucumba al fundamentalismo agresivo. En la actualidad, la mayoría del pueblo bosnio desea una sociedad religiosa completamente autónoma, separada del Gobierno. Si no caímos en el fundamentalismo durante los peores días de la guerra, no iremos en esa dirección durante los peores días de la paz.

Haris Slajdzic fue primer ministro de Bosnia de 1992 a 1995.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_