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42.195 METROS DE ESFUERZO

El aliento de la música

Los corredores fueron animados con cacerolas, el 'Aleluya' de Händel y miles de aplausos

La música volvió a acompañar ayer a los maratonianos. En los momentos más críticos, los corredores encontraron el aliento del Aleluya de Händel o la música de la película Carros de fuego. Dos familias se encargan desde hace más de siete años de colocar sus aparatos de música en los balcones para que los atletas acompañen su entrada en la meta con acordes triunfales. La primera descarga musical llega en el kilómetro 13, en la calle de Fuencarral. Allí, los atletas, con los primeros sudores, se encuentran con los sones que Vangelis compuso para Carros de fuego.El sonido emerge del segundo piso del número 35 de la calle de Fuencarral, donde viven Francisco Pareja y su mujer, Julia. "Lo hacemos desde que nuestro hijo empezó a correr, hace ocho años", cuentan. Sobre el asfalto los atletas sonríen y levantan su cabeza. "Es emocionante", dice Julia, "contemplar cómo los corredores nos agradecen la música". Los propios vecinos de Francisco y Julia están encantados con la música. "Aquí nadie protesta, es una costumbre", explica un camarero de un bar cercano.

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Pero tan tradicionales son esas melodías como el ruido de las cacerolas que estremecen a los corredores cuando pasan por el kilómetro 25. A orillas del Manzanares, decenas de familias golpean desde un portal los cacharros de cocina para animar a los corredores. Es una referencia: tras el ruido de las ollas llega la entrada a la Casa de Campo. Allí les espera una banda de música. Al abandonar el pulmón madrileño, la carrera se endurece. Llega la fatiga, la agonía. El sudor empapa las camisetas, y el atleta se enfrenta a los momentos más delicados. Sólo quedan dos kilómetros para el final. Entonces, resuena en la calle del Príncipe de Vergara el Aleluya del oratorio de El Mesías, de Händel.

El sonido que revolotea por la calle sale de la casa de Concha Maldonado, profesora de la Universidad Complutense. Todo surgió cuando, hace 14 años, el primógenito, Jacobo, corrió el maratón. El mayor de la familia pidió a sus hermanos que le pusieran música para volar al pasar por delante del balcón familiar, a tan sólo un kilómetro de la meta.

Jacobo había elegido por su ritmo la canción de la orquesta Mondragón Viaje con nosotros, pero en el tocadiscos que tenían reproducía mejor el Aleluya de Händel. Aquel sonido se ha convertido con los años en uno de los ingredientes de la carrera.

Los dos altavoces del equipo de música de los Maldonado se asoman a la calle por un mirador. Uno de los amplificadores mira hacia el parque del Retiro; el otro, hacia el cruce entre las calles de Goya y Príncipe de Vergara.

Ayer, mientras la música inundaba la calle, los corredores corrían orgullosos por debajo del balcón de la familia de los Maldonado. La mayoría de los atletas saludaban en esos momentos de sufrimiento a Concha y sus hermanos. Unos elevaban sus brazos, otros aplaudía, algunos saludaban. Varios corredores llegaron a practicar una reverencia. "Es que llegar al kilómetro 41 y oír la música de Händel te emociona y tienes que agredecérselo de alguna forma", explicaba Luis, un corredor al terminar la carrera.

Mientras los maratonianos avanzaban firmes en la calle hacia la meta, en el balcón, Concha, sus hijas y sus hermanos no paraban de aplaudir. "Valientes, valientes", repetían los Maldonado desde la terraza, mientras Händel sonaba de nuevo.

Pero además de la música y el ruido de las cacerolas, miles de personas siguieron con entusiasmo a los corredores, haciendo corrillo a los corredores entre piropos y palabras de ánimo. Los participantes correspondieron a los espectadores con aplausos.

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