Un Barça implacable engulle al campeón
El Barça de balonmano es la máquina que a todos nos gustaría tener para los trabajos más pesados. El de ayer, destronar al campeón de Europa con ocho goles previos de ventaja, era un rollo agradable con una solo fuente de riesgo: el relajo. Vacunados contra ello, los azulgrana actuaron como una computadora de ajedrez, implacables. Para comprobar el límite de su fuerza hubieran necesitado un enemigo superior a este Elgorriaga decreciente.Debe aclararse con rapidez que la comparación con los ordenadores se refiere sólo a la impresionante mentalización -¿utitilizan algún tipo de técnica hipnótica?- de los barcelonistas para olvidarse de todo aquello, incluida su ventaja inicial, que no fuera buscar la perfección en cada, momento. Por lo demás, los jugadores del Barça muestran pasión, velocidad, fuerza, técnica, coordinación y búsqueda de belleza en cantidad suficiente para, hacer feliz a cualquier aficioniado.
Empezando por su ínclito portero, el sueco Svensson. Además de ser el mejor del orbe, es un animal de competición y un dechado de pundonor elevado a la máxima potencia. Como hacía el año pasado en Irún, donde ganó la Copa de Europa con el Elgorriaga, el sueco da la impresión de tener electrificado su ser; incluido el cerebro, que utiliza para calentar al público con protestas al árbitro, gestos de ánimo y paradas indescriptibles.
Algo cercano a eso debieron sentir ayer los seguidores del Barça al ver cómo su equipo salía en tromba, como si la situación de la final estuviera justo al revés. Todo el engranaje era una maravilla, y lo fue durante todo el primer tiempo; bajo la imponente dirección de Ortega, los lanzagranadas de Urdangarín, Masip y Garralda, la elasticidad de Barbeito y Guijosa en los extremos, la eficacia. del pivote Chepkin y los valladares de Olalla y Juancho trenzaron un balonmano para sibaritas. Juan de Dios Román, el seleccionador nacional, lo calificó de "muy difícil de mejorar, casi perfecto". Y eso que, no lo olviden, al Barça le faltaba su cerebro habitual, O'Callaghan.
A los 5 minutos, ya ganaban por 1-4. Sin embargo, el gran banquete de balonmano empezó justo ahí porque el Elgorriaga sacó la rabia para contribuir a la calidad que merecía el acontecimiento. Aunque todavía no es el de sus mejores días, el renqueante Perunícic rindió mucha más que una semana antes y contagió su ganas de agradar a los demás. El Barcelona no cejó hasta que, tras el descanso (10- 14), sus jugadores demostraron ser humanos y empezaron a pensar en la alegría del triunfo. El equipo irundarra fue recortando distancias hasta lograr el empate que merecía el público: 3.500 aficionados que, puestos en pie, aplaudieron a los barcelonistas por el magnífico espectáculo ofrecido.
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