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La rabia y el dolor de los padres

Una rabia contenida impregnaba el rictus de los 10 padres que acudieron ayer a la sede de la Comunidad de Madrid para exigir al consejero Jesús Pedroche mayor contundencia policial contra los desalmados que han cercenado -total o parcialmente- la vida de sus hijos. Los violentos urbanos ya han asesinado a tres jóvenes madrileños y han causado heridas, algunas muy graves, a otros muchos.Entre los padres estaba José Eduardo González, el padre de David González, de 19 años, que tuvo la mala suerte de toparse, el 19 de enero, en Moncloa, con la sevicia de una banda que le asestó varias puñaladas mortales. Encontrar a los asesinos de su hijo es su único objetivo: "La policía lleva tres líneas de investigación; dentro de unas semanas puede haber algo positivo", dijo. También estaba Rosario Martín, madre de David Martín, el muchacho de Pinto que murió pateado en la cabeza por miembros del grupo de Los Pastilleros; y Maribel García, madre de Ricardo Rodríguez, que recibió una cuchillada en el corazón en el polígono de Costa Polvoranca, Alcorcón, el 21 de mayo de 1995.

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Las otras madres que se reunieron ayer con Pedroche son: Teresa Romo (de Raúl Tomillo, apuñalado en diciembre de 1995); Pilar Fernández (de Iván Mancina, que precisó 70 puntos en la cabeza el 1 de julio de 1995; Candelaria González (de Natalio Serrano, apuñalado en el metro de Argüelles días después que el anterior); Palmira Pernudo (de Enrique García, a quien le rompieron la clavícula a patadas por cuato sitios distintos en diciembre de 1995, en Moncloa); María Campos (de Jorge Campos, acuchillado en la ingle y en la cadera el pasado mes de febrero); Martina Juvera (de Juan Carlos Ruiz, quien recibió puñaladas en el pechó, cuello y piernas el 11 de noviembre de 1995. "Estuvo tres días en la UVI; él ha reconocido al agresor, de 17 años, en unas fotografías, pero el chico ése lleva tres años en búsqueda y captura", cuenta Martina).

Y María Sánchez (de José Ignacio Campos, dos veces víctima de la violencia de estos grupos). La primera vez, en mayo de 1992. Las cuchilladas que recibió José Ignacio le han dejado el brazo derecho casi paralizado. La última agresión, dijo ayer su madre, ocurrió el pasado nueve de abril. "Un grupo de chicos se dirigió a él y, sin mediar palabra, uno sacó una navaja. Creyó que iban a clavársela y cogió la hoja con la mano. Se la rajó".

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