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Unos tipos creíbles

Se recuerda de Turno de oficio al joven abogado y ex aspirante a notarías, Cosme, y a su mamá, viuda de notario que trataba inútilmente de que su agobiado hijo continuara la tradición familiar. Ya esa pareja -Juan Echanove e Irene Gutiérrez Caba- hubiera bastado para sostener por sí sola una serie tragicómica.Estaba también Juan Luis Galiardo, el maduro y desencantado Chepa, veterano letrado que iniciaba en la cruda realidad al ingenuo Cosme y se mantenía él mismo en la brecha entre timbas de póquer y algún espirituoso de esos que hoy le ponen a uno en las listas negras. Carmen Elías, como la abogada segura pero vulnerable, ponía la cuota de pantalla femenina en ese Turno de oficio cuya buena acogida hizo concebir esperanzas para la ficción autóctona -la serie fue premiada en Italia- en una época, 1986, en la que el predominio de las series norteamericanas era un hecho incontestable.

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A Mercero, Turno de oficio -que siempre recuerda como una de sus mejores series- le ofreció la posibilidad de cambiar esa imagen de cineasta ternurista y especializado en la infancia con la que se le había encasillado desde Verano azul. Fue Juan Luis Galiardo quien, en 1984, recién regresado, de México, donde había sobrevivido a la sombra del culebrón, puso en, marcha la serie que el. prestigio de Mercero hizo viable en TVE, con un, presupuesto de 400 millones. Galiardo reclutó a Manolo Matji (que dirige la segunda parte) para el equipo de guionistas, en el que estaban ya Mercero y Horacio Valcárcel.

Iba a ser una serie realista sobre el mundo de la justicia y sus actores, así que se documentaron a fondo durante varios meses. Más de 300 actores tuvieron papel en los 17 episodios. Pasaron por aquellos juzgados, primerizos actores y profesionales como Fernando Guillén, Maribel Verdú, Chus Lampreave, Juan Diego o Antonio Flores.

Ha contado Galiardo que en los Juzgados de la plaza de Castilla se le acercaban a él y a Echanove, humildes gentes que esperaban en los pasillos y les tomaban por letrados asequibles y amistosos. Y ésa, que eran unos tipos creíbles, fue la clave de su éxito.

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