Tiempos de poco fútbol
Rayo y Sevilla se reparten puntos en Vallecas en un partido insoportable
La Liga se acerca a la hora de la verdad, al recuento final de aciertos y errores. Y los partidos adquieren una trascendencia mayúscula, desproporcionadamente superior a la de hace tan sólo unas semanas. Y los equipos se arman de calculadora, no se cansan de echar cuentas y sobreviven como pueden al exceso de presión, los nervios y todo eso. Y las aficiones se muerden las uñas, pasan por alto sus reivindicaciones de espectáculo y suplican simplemente por un buen resultado. Y el fútbol se aparca en los banquillos. Y el balón sufre. Son los tiempos que corren, la moda que manda a estas alturas de temporada.Vallecas no fue una excepción. Acogió un partido subido de temperatura, pero empequeñecido de juego. Estaba en liza un buen trozo del futuro del Rayo y del Sevilla, que peleaban [y pelean] además, para añadir más emoción a la contienda, por el mismo objetivo: conservar la categoría. Ambos conjuntos llegaban a la cita con la promoción en los talones, a un punto del Sevilla y a dos del Rayo. Fue ésta la perspectiva que gobernó la mañana. Nadie consiguió quitársela de encima.
Pesó el miedo sobre todas las cosas. Cada lance dio la sensación de poner en juego toda una temporada.
El temor reinante no causó efecto en los planteamientos -nadie se encerró junto a su portería- pero se incrustó hasta los huesos en todos los futbolistas. Ninguno estuvo por la labor de asumir riesgos. Al contrario. Y por eso no se mostró ningún rubor en contestar con balonazos a las nubes cualquier amago de complicación, por insignificante que ésta fuera. Ni en marcar los tobillos de aquel delantero rival que insinuara un quiebro en zona peligrosa. Semejantes gestos degeneraron en un encuentro flojo y adormecedor. Sin rango.
Los dos tiempos siguieron el mismo guión: salida del Rayo y final del Sevilla. El encuentro nació con empujones del equipo de casa, del que trataba de tirar con su claridad habitual Ezequiel. Mientras duró la conducción de Castillito el Rayo tuvo buen color. Pero no fue mucho. Todo lo más un cuarto de hora. La actitud magulladora de la defensa sevillista, siempre con sus botas afiladas para derribar las acometidas ofensivas del adversario, apagaron toda la inspiración de los de casa. Poco a poco, a base de faltas y tarascadas, el Sevilla impuso el modelo del partido. Prohibió el paso por el centro del campo y convirtió el duelo en un ejercicio de pelotazos largos desde la defensa a la delantera. El juego se simplificó. Y se volvió definitivamente insorportable.
En medio del tedio, sin un criterio demasiado lógico, fueron apareciendo las ocasiones. Las tuvo el Rayo: Cortijo (m. 5), Onésimo (m. 46), Aquino (m. 52) y Edu (m. 86). Pero, sobre todo, las tuvo el Sevilla: Juanito (m. 39), Jelicic (m. 43), Yordi (m. 62), Suker (m. 86) y Juanito (m. 88). De toda esa munición, un remate tuvo un fuerte olor a red: el primero de Juanito. Su cabezazo a bocajarro, sin embargo, se encontró con la inesperada mano de Abel. Más que una parada, el guardameta realizó un milagro.
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