Confirmada la pertenencia al zar Nicolás II de los huesos desenterrados en los Urales hace cinco años
Con una probabilidad de error de uno sobre 130 millones, los especialistas en genética del Ejército estadounidense afirman que los fragmentos de huesos desenterrados en Rusia hace cinco años son los del zar Nicolás II, ejecutado con su familia durante la Revolución Bolchevique. Hace unos meses, Victor W. Weedn, del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas de EE UU y otros colegas de su país y rusos afirmaron estar seguros "más allá de cualquier duda razonable" de que los restos hallados en la ciudad de Yekaterinburg (en los Urales) correspondían a los de la familia imperial rusa. En la presentación de los datos, esta semana en la revista científica Nature Genetics, Weeden y sus colegas afirman que tras los estudios de ADN (material genético) realizados están un 99,999999999% seguros de que los huesos son del zar Nicolás.La localización de los restos de la familia real rusa fue un misterio durante décadas. Se pensaba que toda la familia Romanov fue fusilada en julio de 1918, poco después de que los bolcheviques tomaran el poder y que sus cuerpos habían sido golpeados y empapados en ácido sulfúrico. Los Romanov habían gobernado durante casi tres siglos.
Los restos hallados en Yekaterinburg habían sido identificados por investigadores como los del Zar, su esposa -la zarina Alejandra-, tres de sus cinco hijos y cuatro sirvientes, dejando sin aclarar el misterio de si la hija Anastasia y el hijo Alexei no murieron o fueron enterrados en algún otro lugar.
Continuando estudios británicos previos, el equipo de Weedn se propuso identificar los restos de Nicolás Il tomando una muestra de ADN en julio de 1994, del cuerpo del hermanó del zar, el Gran Duque Georgij, que murió de tuberculosis en 1899.
Al igual que los de Nicolás, los huesos de Georgij muestran una rara patología denominada heteroplasmia. Además, se han realizado análisis genéticos comparativos entre la zarina y su sobrino-nieto el Príncipe Felipe, esposo de la Reina Isabel II, que donó pelo y muestras de sangre a los investigadores.
Copyright: New York Times News Service
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