Nick Broomfield, el documentalista 'kamikaze'
Es algo típico en los documentales de Nick Broomfield: hacer de los obstáculos ventajas y convertir sus rodajes en una experiencia de la que se sabe cómo empieza, pero nunca cómo acaba.Por una razón u otra, este documentalista inglés con espíritu kamikaze se mete siempre en camisas de once varas, sea cuando persigue a un esquivo líder neonazi (El líder, su chófer y la mujer del chófer), cuando filma sin permiso los caóticos ensayos de un musical negro (Me vuelves loco), cuando intenta atravesar el cerrado círculo del merchandising que rodea a una asesina en serie (Aileen Wuornos: la venta de un serial killer), o cuando descubre a un negro millonario, chauvinista y asesino confeso, en Suráfrica (Demasiado blanco para mí), los dos primeros emitidos en España.
Por eso los documentales de Broomfiel contienen siempre dos historias -y en eso Madame Hollywood no es una excepción-, la que anuncia el título, y la del propio documentalista en trance de sacar adelante su casi siempre accidentado empeno. Broomfield es el antiperiodista por antonomasia.
Para empezar, uno encuentra en sus documentales el material que otros cortarían, así que no es raro oír cómo le rechazan con cajas destempladas: ¡Quita esa puñetera cámara de mis narices! Con su cara de no haber roto un plato, pasma y exaspera a sus interlocutores y no le importa reconocer ante la cámara fallos garrafales como cuando llega tarde a una cita después de luchar semanas por conseguirla. O autolacerarse poniendo en evidencia los drásticos recortes de presupuesto y el desdén de la productora que amenazan la supervivencia de su filme (Me vuelves loco).Comedia negra
Es capaz de convertir él solito (apenas le acompañan un cámara y un ayudante) un documental sobre el líder neonazi surafricano Eugene Torreblanche, cabeza visible del Movimiento de Resistencia Afrikaner (El líder, su chófer y la mujer del chófer), notorio por sus recelos ante los medios de comunicación, en una comedia negra en la que Broomfield, con espíritu suicida consigue finalmente el retrato verdaderamente más desmitificador de un racista de la ultraderecha.
Los documentales de Broomfield se construyen sobre la marcha, y muchas veces tomando rumbos no previstos, como en Demasiado blanco para mí, que iba a tratar el el primer concierto posboicoteo en Suráfrica y se convirtió en un jarro de agua fría a las preconcepciones liberales [cuando decide centrar su filme en un personaje que le llama la atención, el músico negro, y millonario de pasado tormentoso, Chicco Twala].
Broomfield tiene con las personas la misma y proverbial paciencia del cámara que observa la fauna natural, lo que explica también que observador y objeto observado entren fatalmente en colisión. La productora de sus últimas producciones, Rieta Oord, explica cómo sus rodajes acaban siempre en agarradas que ella tiene que enmendar después. Pero al final saca de sus personajes algo que no se conocía y, sobre todo, que nadie mostraría.
Desde hace unos años este cineasta [debutó en el cine de ficción con Dark obsession] que se formó en el National Film School de Londres y pertenece a la rica escuela del documentalismo inglés, vive a caballo entre su país y Los Ángeles. Conoce bien Norteamérica, como demostró en 1991 con el premiado -la mayoría de sus documentales lo han sido- Ailee Wuornos..., sobre el caso de la prostituta que mató a seis hombres.
Broomfield mostró cómo es esa sociedad en la que un crimen o un accidente lo suficientemente llamativos pueden ser tan provechosos como que te toque la lotería. Madame Hollywood vuelve por estos fueros. Temas diferentes, pero un único Nick Broomfield.
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