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"Aquí, en Xiamén, todo está tranquilo"

En la zona especial china, a tiro de piedra de la isla taiwanesa de Quemoy, nadie oye los tambores de guerra

"¿Guerra? No, perdone, aquí todo está tranquilo?". Ayer fue el primer día de auténtica primavera en Xiamen y, tras las continuas lluvias, los habitantes salieron de sus minúsculas y oscuras casas como caracoles para gozar del sol. A las diez de la mañana, el corazón de la ciudad era un tendedero de ropa: en árboles, postes de la luz, balcones y ventanas. Los campesinos también caminaban ligeros a esa hora, con sus sombreros cónicos y balanceando rítmicamente las dos grandes cestas de mimbre que llevaban colgadas de una caña de bambú, camino del mercado.Una hora más tarde, apenas se podía andar por esa zona. Cientos de personas habían copado la mitad del suelo del parque para jugar a las cartas. Algunos se habían traído mesas y sillas. En la otra mitad, niños de siete y ocho años aprendían a golpes a montar las bicicletas de sus padres...El Kentucky Fried Chicken del malecón estaba a rebosar, al igual que los McDonald's de las calles cercanas. Al pestilente olor del puerto, se sumaba el del pescado y los calamares puestos a secar en el suelo y los de cientos de personas que comían el pollo y las hamburguesas de esos y otros restaurantes de comida rápida preparada en cajas para llevar. De postre alguna fruta o, un buen trozo de caña de azúcar.Alrededor de 600.000 personas viven en la ciudad de Xiamen, en la isla del mismo nombre conectada al continente por dos puentes y el ferrocarril. Xiamen fue declarada en 1982 una de las cinco zonas económicas especiales de China y, desde que el régimen nacionalista de Taiwan se abrió, siete años después, y toleró la inversión en el continente, miles de taiwaneses han trasladado sus industrias a este lado del estrecho de Formosa, a escasos kilómetros de su isla de Quemoy, aunque sea necesario viajar a Hong Kong.

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Como conquistadores en tierra conquistada, los taiwaneses no se mezclan mucho con los habitantes de Xiamen, sino que han establecido sus propios paraísos. A unos 50 kilómetros de la ciudad, en esta misma isla, en la vecina de Jimen y en el continente hay tres amplios campos de golf con instalaciones complementarias. Funcionan como clubes, aunque también permiten la entrada a hombres de negocios que estén dispuestos a pagar sus selectivos precios.

En Xiamen, los taiwaneses viven pendientes de aparentar siempre más que cualquiera de sus interlocutores. Ahora, el golf es el deporte que da mayor categoría; por eso, muchos corren con los gastos de ser socios de uno de estos clubes aunque no juegan porque ni saben, ni les gusta. "Ellos no se mezclan con nosotros. Son los patronos", repiten los xiameneses. Saunas y salones de masaje son otros de los lugares preferidos por los taiwaneses en domingo. La prostitución es rampante y quienes la practican se pavonean. Chen, propietario de una fábrica de encendedores, accedió de mala gana a una entrevista concertada por un amigo. Se celebró en la cafetería de un hotel y, sin el más mínimo pudor, envió a una chica de unos 18 años a esperarle en una habitación y concertó con su teléfono móvil la participación de otra.

Taiwaneses y xiameneses se han separado más en estos años de vivir juntos sin convivir. Los primeros simpatizan con Lee Teng-hui "porque sabe cómo parar los pies a Pekín". Los segundos afirman que Lee "está muy equivocado si se cree que porque Taiwan tenga dinero va a poner en peligro la unidad de la patria". Pero todos están de acuerdo en que no quieren una guerra y en que en domingo no se habla de política.

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