Regímenes "despreciables"
Me encontraba entonces en América y pude ver en directo al presidente Bush anunciar al mundo su ataque a Irak para "restablecer la democracia en Kuwait"' y porque "no se podía permitir la invasión de un país por otro". El histórico cinismo made in USA le permitía olvidarse, aparte de toda su historia de invasiones, de las dos tan recientes de Granada y Panamá. En cuanto a Kuwait, todo el mundo conoce la perfección de la democracia practicada por la familia Al Sabbah antes y después de la guerra, que, quizá por subconcientes connotaciones semánticas, se llamó "del Golfo". El 28 de febrero veo en televisión a la señora Albright escandalizarse por los alegres comentarios de los pilotos cubanos que derribaron las avionetas enviadas por el más democrático sector del exilio cubano.
¿Le produjo idéntico escándalo el de aquel piloto que, viendo arder Bagdad, encontró el espectáculo "maravilloso, como un árbol de Navidad"? Todo esto no me extraña. Pero sí me extraña y me duele el editorial de EL PAÍS del 28 de febrero: "Hoy, muchos, entre ellos el entonces presidente norteamericano George Bush, lamentan no haber acabado con este despreciable régimen. Se hubieran evitado muchos sufrimientos al pueblo iraquí y se hubiera evitado esta última vergüenza". Hay en el mundo muchos regímenes despreciables, la mayoría de ellos tolerados, sostenidos o incluso puestos por alguna potencia mundial. Creo que nadie tiene derecho a acabar con ellos, salvo los pueblos que los sufren. Aunque está claro que un régimen puede ser despreciable o útil en función de los intereses de la potencia que los califique: Sadam Husein, Al Sabbah, Hassan II, Teodoro Obiang. Puestos a aprobar que se acabe con algo, deberíamos aprobar los métodos del Reino Unido contra el IRA en Gibraltar, el legal asesinato de integristas en Francia, el suicidio de la Bader-Meinhoff o dejar de rasgarnos las vestiduras por los GAL en España.-
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