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El huracán blanco

A este campeonato le han invadido detalles absurdos, de complicadísima lectura. Resulta que Pepe Cayuela, entrenador del Almería, se sintió un buen día harto de tanta presión, de tantos nervios, incluso de tanta gente que le hablaba, y no paraba, de las excelencias del equipo. "Que ascendemos, míster", le decían. El caso es, que Cayuela decidió irse con viento fresco. Al Almería no le pasaba nada. Disfrutaba de la comodidad de la zona media de la tabla. Llegó Quique Hernández y las cosas apenas cambiaron. El conjunto andaluz continuó sin sentir ni frío ni calor.Pero a Guillermo Blanes, el presidente, no le convenció la situación. Y celoso, quizá, de alguno de sus afamados colegas, decidió que él también tenía derecho a salir en los papeles. Y tan feliz estará de poder hacerlo. Porque lo de poner en la calle a Quique Hernández resulta, como poco, patético. Pero lo peor es que el nuevo inquilino de la silla eléctrica almeriense responde al nombre de Pepe Cayuela. Un viaje de ida y vuelta el suyo. La cosa no deja de tener tintes circenses.

Y además, y pese al vaivén, el Almería sigue donde estaba, en la zona de nadie, en la más anónima de la categoría. Allí cambian los nombres, pero nada más. Como cambian en el Marbella, un conjunto que se llena de basura. Y se llena de basura, entre otras cosas, porque las encargadas de limpiar el estadio se han dado cuenta de que no les convence trabajar sin cobrar. Y como allí no pagan a nadie, pues se han ido, lo que no deja de antojarse una sensata decisión.

El que disfruta que da gusto es Sergio Egea, el entrenador del Real Madrid B. Su llegada al banquillo del filial fue cuestionada por más de uno. Se habló de que Valdano se estaba saliendo de madre, venga a rodearse de amigos. ¿Qué había hecho Egea, se preguntaban, para merecer semejante regalo? Su hoja de servicios aseguraba que había entrenado al Pinoso de Alicante, lo que tampoco era como para lanzar cohetes.

Hoy, siete meses después, Sergio Egea es uno de los técnicos más cotizados del panorama nacional. Su equipo hace un fútbol de ensueño, superior, incluso, al del intratable líder, el Hércules. Motivos tiene Egea para sonreír. La ignorancia, como bien ha podido comprobar, es siempre atrevida. Él maneja un grupo de lujo, que se da paseos del corte del que se pegó en Lleida el pasado sábado. La bandera del huracán blanco la lleva, y cómo, Guti, convertido definitivamente en el mejor jugador de la Segunda División española.

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