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¿Quién quita el cascabel a Anguita?

Crecen las críticas en IU por los resultados electorales, pero pocos se atreven a apuntar con el dedo

Poco dura la alegría en la casa del pobre. La valoración de, "tímido avance, aunque insatisfactorio" con que la Presidencia de Izquierda Unida (IU) había despachado los resultados obtenidos por la coalición en los recientes comicios comienza a ser considerada todo un alarde de optimismo a medida que va aumentando la sensación de que IU ha sufrido, independientemente de los votos obtenidos, un auténtico revolcón electoral. Porque ¿qué decide ahora IU? Ahora, muy poco. Y a lo largo de la legislatura entrante, si no cambia de discurso político, probablemente menos. Para algunos dirigentes, el lema electoral, IU decide, ha pasado a ser un auténtico sarcasmo. Sobre todo, en lo que se refiere a la comunidad andaluza, donde algunos nunca habrían querido verlo escrito en los carteles de propaganda.Los sectores más oficialistas del PCE y de IU convencieron a Julio Anguita de que no hablara de "estancamiento" en la noche electoral. Ángel García Castillejo, coordinador hasta ahora del grupo parlamentario IU-IC (Iniciativa per Catalunya), fue uno de los que más insistieron en huir, como de la peste, de cualquier análisis negativo. Lo consiguió. Y Anguita terminó por asumir ante los medios de comunicación la bondad de unos resultados que a él mismo le habían dejado el alma en zapatillas.

Y, una vez asumido el "tímido avance" por parte del coordinador general, se cerró cualquier posibilidad de realizar una mínima autocrítica y buscar eI cambio de rumbo de la coalición. No han sido esta vez los críticos de Nueva Izquierda los únicos que se han plantado al coordinador general. Aun con matices, la insatisfacción se ha extendido a gente tan cercana a Anguita como Rosa Aguilar, por ejemplo. Y ha adquirido tintes catastróficos en la voz de los republicanos como Isabelo Herreros.

Pero nadie ha hecho sangre. Y el que la ha hecho ha terminado devorado por los leones. Diego López Garrido, de Nueva Izquierda, ha sido, sin duda alguna, quién con mayor crudeza ha criticado la política de IU. Antes y después de perder el escaño, lo que posiblemente esté relacionado. Pero, aun así, su voz se ha apagado ante Anguita. Contra Luis Carlos Rejón, casi todos. Dimisión y lo que haga falta. Pero contra Anguita...

Anguita no ha perdido fuerza. Tras él se encuentra el vacío. Y sabe que operaciones para buscarle una alternativa entran, hoy por hoy, en el reino de lo fantástico. En la reunión de la Presidencia del pasado lunes incluso se permitió animar a López Garrido para que buscara apoyos a sus tesis. Y para que diera un paso más si se atrevía. No se atrevió.

Los pulsos se plantean cuando se ganan. Si no, ¿para qué? Anguita puso ese día el codo sobre la mesa. Y Anguita ganó por incomparecencia. Despejado el campo, lanzó además una clara advertencia. "Si se toca este discurso, yo me voy". Si se cambia la política programática de IU, Anguita se marcha. Queda dicho. Y dijo más para los que esperaban que el, "tímido avance" propiciara, por lo menos, una apertura de la política de IU hacia las otras fuerzas de la izquierda. "Abandonad, toda esperanza los que penséis en alianzas para recuperar Gobiernos en manos actualmente del PP". Córdoba, Málaga, Huelva... No habrá cambios de estrategia. Y lo malo no es que lo hecho hecho está, sino que lo que queda por hacer se puede hacer de la misma forma.

El propio Anguita explicó que, ante las críticas de quienes hablaban de "fracaso puro y duro,", él había enarbolado el discurso electoral, que había sido aprobado, prácticamente sin fisuras, por los mismos que ahora achacan la derrota a su aplicación. Y que sólo había encontrado "un espeso silencio". El discurso electoral fue aprobado por el 80% de los votos del Consejo Político de IU, el máximo órgano de dirección. Hubo 33 abstenciones, es verdad. Pero sólo un voto en contra.

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Curioso el comportamiento de la dirección de IU. Es verdad que las votaciones suelen ser monolíticas. Y es verdad que las discrepancias de los sectores críticos suelen, al final, reducirse a la abstención. Y verdad, como el Evangelio, es que las feroces críticas de los pasillos se convierten en discrepancias en el seno de órganos de dirección. Unas veces por "corresponsabilidad", dicen, y otras, "por disciplina". Otras, posiblemente, por un temor reverencial al líder.

Si tiene que caer Sansón, que caigan también todos los filisteos. Anguita, en cualquier caso, no va a romper las columnas. ¿Es Anguita el culpable o lo son todos? Desde luego, no lo son sólo algunos. Herminio Trigo, ex alcalde de Córdoba y miembro de la corriente Nueva Izquierda, daba el jueves una razón impecable para que no se hubiera aceptado en Andalucía la dimisión de Rejón. ¿Cómo aceptarla si Rejón no había hecho otra cosa que seguir la política impulsada por el coordinador gene ral, por Anguita? Y aprobada mayoritariamente por la dirección. Todo hay que decirlo.

Pero no es sólo la voz de Trigo. Rafael Ribó ha hecho llegar a la coalición unas críticas que coinciden con las de otros sectores de IU. Los resultados no son para el presidente de Iniciativa per Catalunya como para tirar cohetes. Y tienen unos culpables: el discurso electoral y Anguíta. Un discurso que se ha basado fundamentalmente en dos principios: IU es la única fuerza de izquierdas (las dos orillas) y los ataques a los socialistas y a su forma de Gobierno en la pasada le gislatura. El impulsor de este discurso, esté o no apoyado mayoritariamente por la dirección, tiene un nombre, Anguita, al que ni los más críticos se han atrevido a pedir responsabilidades.

Y Ribó decía algo que preocupa a prácticamente todos los sectores de IU: hay que buscar el consenso con la otra parte de la izquierda. Porque no es verdad, por mucho que se haya aprobado en los documentos, que IU sea la única izquierda. Y para ese viaje sí que encuentra Ribó compañeros dentro de la coalición. No tiene sentido, dicen, continuar en una línea que se ha demostrado como un auténtico fracaso. El problema es que Anguita y sus fieles no pueden aceptar los resultados en las urnas como un fracaso. Sería aceptar su propio fracaso personal.

"Los votantes nos han dicho que cambiemos", dice López Garrido; "¿es que es tan difícil entenderlo?". "Si tocan el discurso, si cambian la estrategia, me voy", se apresura a anunciar Anguita.

La cuestión que se suscita es la siguiente: ¿se atreve alguien a quitar el cascabel a Anguita?

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