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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ruidos de sables

IRRITAR A un gigante siempre es un grave riesgo. Esesto precisamente lo que hace, con su mera existencia, pero aún más con su rápida y genuina transición democrática y su bienestar económico, el pequeño Taiwan con la gran China. Y en Pekín, donde se entremezclan la conciencia de China como gran potencia en el próximo siglo y las inquietudes de fin de régimen del aparato comunista, cada vez se recurre más al ruido de sables para mostrar dicha irritación. Los chinos, en el continente y en la isla, son conscientes del gravísimo efecto que para ambos tendría un enfrentamiento armado. Pero hay signos de que Pekín podría estar tensando demasiado la crisis.La raíz del problema nace de un equívoco antiguo y de una evolución reciente. El equívoco es el aparente acuerdo que reina entre la China continental y Taiwan, desde el fin de la guerra civil en 1949, que culminó con la derrota y la retirada a la isla del líder anticomunista Chiang Kai-chek, sobre la identidad nacional de esta última, parte integrante de China. Ese acuerdo sólo era aparente. Porque Chiang decía que Taiwan sería la verdadera China hasta que sus tropas pudieran reconquistar el continente, en manos de los comunistas de Mao. Por tanto, la isla era y es China, pero no estaba ni está dispuesta a una reunificación que la someta a un régimen como el que sigue gobernando en Pekín.

La.evolución, de otro lado, es producto del extraordinario desarrollo económico de la isla, que ha dejado muy atrás al comunismo ruralista de Mao, imperante hasta fecha reciente en la China continental. Como consecuencia del mismo, y pese a que en 1972 Pekín sustituyó a Taipei en el Consejo de Seguridad y Taiwan sufrió un grave aislamiento internacional, la isla es hoy un socio comercial codiciado y pugna lógicamente por equiparar su peso diplomático al económico ya adquirido. Y crecen las voces que en la isla propugnan la proclamación de la independencia a la vista del rechazo de Pekín a realizar una democratización paralela a sus reformas económicas.

China ya ha advertido que la proclamación de la independencia sería un claro casus belli. El presidente taiwanés Lee Teng-hui, elegido democráticamente a diferencia de los líderes en la China comunista, es miembro del partido nacionalista Kuomintang y, como tal, considera un anatema la simple duda de que la isla no sea parte de China. Pero al mismo tiempo ha de aceptar la realidad de un desarrollo separado y tratar de aplacar el sentimiento nacional de buena parte de la población, de origen autóctono, que cada vez siente menos los lazos nacionales con el continente. Por ello trata de seguir manteniendo el principio de una sola China, desarrollando también la identidad internacional de Taiwan. Con notable éxito. Hoy, el mundo entero quiere tener, en todo menos en el nombre, relaciones diplomáticas plenas con Taipei.

China ha anunciado ahora nuevas maniobras militares en aguas próximas a Taiwan en lo que no es sino una clara ofensiva para intimidar al electorado que votará el día 23 la probable reelección del presidente. Y de paso, un recordatorio al propio Lee Teng-hui para que sus éxitos no le hagan creer en la posibilidad no ya de la independencia, sino de hacer sombra a Pekín en el concierto internacional. La comunidad internacional tiene motivos para estar preocupada. Especialmente porque la situación en el seno del régimen de Pekín es frágil ante la muerte de Deng, que no puede demorarse ya mucho. Por eso, los mensajes a Pekín de todo el mundo deberían ser tan explícitos como los que China acostumbra a enviar a Taiwan y dejar claro que si nadie tiene especial interés en la independencia de la isla, todos tienen el máximo en que el gigante no atropelle a la pequeña y floreciente sociedad democrática de Taiwan.

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