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En lista de espera

La sospecha de un programa oculto del PP va a ser sustituida por la certeza de un programa de rebajas. Una consecuencia de los resultados electorales que no entrañaría ningún agravio para los dirigentes de ese partido si no fuera porque antes de las elecciones hablaban como si las hubieran ganado y tuvieran en el bolsillo la mayoría "amplia y clara" que después no ha llegado. El problema es que hicieron las maletas como si fueran a emprender un largo viaje, y ahora se encuentran en lista de espera. El problema es que caricaturizaron a González como un vendedor de motos sin ruedas, y ahora se ven sobre una moto a la que le falta una rueda. El problema es que José María Aznar, ironizaba en mayo de 1994 con que había "visto a González acompañando al que manda (Pujol"), y una de las primeras llamadas de Aznar al día siguiente de las elecciones ha sido a Pujol para buscar su compañía.Algunos dirigentes del PP han trocado en pocas horas la incipiente arrogancia de su actitud en exigencia de responsabilidad y diálogo a cargo de los grupos políticos que les pueden ayudar. De comportarse como si fueran a gobernar con un cheque en blanco, dejando como un rasgo de elegancia la prudencia en su administración, han pasado a endosar al resto de la humanidad las culpas de que no llegue a haber un Gobierno estable. Pero no puede ser que la culpa la tengan siempre los demás. Al Partido Popular le ha correspondido el mérito de derrotar a un Gobierno socialista y le corresponde ahora convertir la confianza recibida en inteligencia para hallar salidas al laberinto. Quizá las dificultades que va a encontrar por el camino, y que ya se han empezado a vislumbrar, sean a la postre una buena cura contra las brotes de intransigencia. La necesidad de trenzar acuerdos con los mimbres disponibles, no con los que les gustaría, puede aproximarles más al consenso que caracterizó a la UCD que todas las proclamaciones verbales acerca de que son sus herederos.

Los populares identificaban hace sólo dos meses a Pujol con el perro del hortelano. Trias de Bes aseguraba que el catalanismo que él representa "está comprometido con España y quiere participar en su gobernación; el de Pujol no". Hace exactamente dos años, Celia Villalobos clamaba que "lo que Felipe le da a Pujol se lo quita a los andaluces", y Aleix Vidal-Quadras se quejaba de que Pujol "hace la fechoría con la mano derecha al mismo tiempo que pide excusas con la izquierda". Y cuatro meses después de las elecciones legislativas de 1993, Aznar resumía así la estrategia de estabilidad concertada por el PSOE y CiU: "González podría haber buscado acuerdos con el PP en beneficio de los intereses del Estado, pero prefirió pagar un precio a CiU a costa de todos los españoles".

Quizá sea esto algo sobre lo que también convenga pasar la página, aunque eso no se hace en un día. Han cambiado los vientos que ayudaron al PP a ganar las elecciones, y ahora sus dirigentes tienen que acreditar su pericia como navegantes: saber mover velas y timón para encauzar toda la energía aprovechable. En las circunstancias difíciles se muestra la talla.

De él cabe esperar ahora que escoja unos objetivos prioritarios, y que seleccione las propuestas que puede sacar adelante en el Parlamento. Hasta ahora ha mostrado que dominaba la política de imágen. Ahora tiene que aprestarse a la política a secas. ¿Va a reducir a 14 los ministerios, como anunció? ¿Va a encargar auditorías de las Cuentas del Estado al día siguiente de llegar al Gobierno, como detalló? ¿Creará la Oficina Presupuestaria, vinculada a la Presidencia del Gobierno? ¿Planteará, contra viento y marea, la reforma del Código Penal para que terroristas y narcotraficantes cumplan íntegramente sus condenas en prisión? ¿Sostiene el compromiso de incluir en los Presupuestos para 1997 las primeras medidas fiscales y de austeridad? ¿Insiste en reformar la ley del Cable?

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