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Contraste de refranes

El matrimonio González-Romero votó

dos horas antes que el Aznar-Botella-

Al que madruga Dios le ayuda, pero no por mucho madrugar amanece más temprano. El sabio refranero gusta de cubrirse las espaldas confrontando sus verdades positivas con las negativas. Por si acaso, Felipe González y su esposa, Carmen Romero, se aplicaron ayer la primera máxima. Apenas dadas las nueve de la mañana, la hora de apertura, y gracias a la gentileza de una monja, que les cedió su turno, inauguraron las urnas de la Mesa U, Sección 33, del colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, en el barrio madrileño de Moncloa. José María Aznar y Ana Botella se acomodaron a la segunda y hasta las once y cinco no se presentaron ante las de la Mesa A, Sección 4, del instituto Conde de Orgaz, en el de Esperanza, en las cuales ya había depositadas 65 papeletas.

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. La pareja presidencial cumplió el ritual del voto en apenas dos minutos. Vorágine de periodistas aparte, tan sólo coincidieron con unas cuantas personas de' edad. Así, pudieron andar con rapidez los pocos metros que separaban la entrada de la sala en la que debían entregar sus sobres. Una vez en ella, entre flashes, saludos y sonrisas de ocasión, -un reportero espetó a González que era su cumpleaños. "Oficialmente, es pasado mañana [el martes]", le rectificó con tono de complicidad. Después, sin detenerse, se limitó a desear que la jornada fuese "tranquila". y que' hubiera "mucha participación".

Campaña "apretada"

Una señora mayor se interpuso entre González y la salida y se le echó al cuello. No tuvo otra opción que besarla. Ya en la calle, mientras su mujer y él se introducían en su coche, un Renault Safrane negro, matizando que la campaña había sido ".apretada" y que ya se verían "los resultados", varios jóvenes, desde la acera de enfrente y, en apariencia, con más acento de gamberrismo improvisado que de meditada convicción, intentaron ahogar con sus gritos de "¡fuera, chorizo!" las exclamaciones de

¡Felipe!, '¡Felipe!". Más saña puso,. sin duda, aquella otra' ciudadana, madura, que casi' golpeó con su mano derecha cerrada, pulgar hacia abajo, la ventanilla de González cuando su automóvil doblaba la esquina.

La pareja aspirante precisó más tiempo, diez minutos, para cumplir con la cita democrática. Sólo mediaban 50 pasos entre el acceso al edificio y el aula de exámenes que, ni a propósito, les correspondió. Pero el- pasillo era estrecho y anchas la presión de los reporteros gráficos y la curiosidad de quienes, muchos, se disponían a votar en esos instantes. Tardaron de tres a cuatro minutos en darlos tanto a la ida como a la vuelta. En esta oportunidad, a diferencia de otras, Aznar, que insistió, sonriente, en que se trataba de "un gran día para la democracia", ni siquiera pudo saludar a todos los interventores de su partido. Era imposible romper el cerco.

Quizá tampoco consiguiera ver, entre tanto bulto humano agobiándole, la exposición fotográfica que decoraba las paredes de la clase. Su tema era la mitología clásica en los jardines de La Granja de San Ildefonso (Segovia), Allí estaban plasmadas, desde todos los ángulos, las fuentes de la fama, de los vientos, de la selva y de dioses como Apolo. ¿0 como él? Al menos, para las decenas de simpatizantes que le despidieron, camino, de su Audi 8 negro, entre aplausos y al compás de "¡presidente!, "¡presidente!" debía de serlo o parecerlo. Uno prorrumpió finalmente en un "¡viva Aznar!" y otro se apresuró a apostillar "¡por muchos años!". Fue entonces cuando alguien se atrevió a aventurar por lo bajini: "No serán tantos".

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