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FUTBOL 29ª JORNADA DE LIGA

Una goleada ficticia

El Madrid coloca cinco goles al Salamanca sin jugar para tanto premio

El Madrid sigue abrochado a un fútbol nada cautivador. Volvió a tirar ayer de un juego espeso y gris, negado a la fantasía. El Bernabéu saludó un triunfo de su equipo, adornado incluso con un jugoso paquete de goles, el mayor de su temporada, pero pasó por un nuevo tormento. Y así, observó con la misma dosis de perplejidad las imprecisiones y atascos de los suyos como las dentelladas a la contra de un adversario blandón. El Madrid repitió Problemas por arriba, donde: anduvo escaso de ideas, y por abajo, donde las goteras surgieron por todos los rincones de la defensa.Aunque desperdició un penalti, el Madrid se encontró con la victoria por una cuestión de puntería. Donde el Salamanca arrojó a la papelera media docena de oportunidades mayúsculas, el Madrid encerró en la mochila las que dispuso. Tuvo la virtud del gol el grupo de Arsenio. Nada más. El negocio no le funciona, por mucho que lo tapizara finalmente una goleada escandalosa.

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Al Salamanca, tampoco. Fue el cuadro charro un visitante de lo más amable: ni una patada, ni una voz fuera de tono, ni una mala cara. Dio todas las facilidades conocidas. Y sólo en su debilidad puede explicarse un resultado tan aparatoso.

Lo del Salamanca, además, tuvo algo de suicidio. Para un equipo como. el suyo, de los Pocos que dispone aún de un extremo puro, condenar una banda para el recorrido exclusivo de un carrilero es poco menos que un crimen. Y eso hizo precisamente Jesús María Lacasa en la reconversión táctica que inició ayer. Acabó con el 4-2-3-1 de Lillo y construyó un 5-1-3-1 que sacó a Vellisca de la orilla izquierda. El Salamanca vivió más arropado, que no mejor defendido, y desprovisto además de esas carreras que Vellisca acostumbra a convertir en arañazos a los rivales. Para rematar el harakiri, Barbará, descansaba en la suplencia.

De salida, el Madrid consiguió el balón, pero no sentirse cómodo. Llegado un punto, cuando su dominio alcanzaba la línea defensiva del rival, aparecían las complicaciones. No asomaba luz alguna que fuera capaz de descubrir vías de penetración. Lo intentaba el equipo moviendo el balón de un lado a otro, jugando en corto y hasta en largo. Pero lo hacía a una velocidad desesperadamente lenta. Hasta cerrarse todas las puertas.

Lo peor era que ni siquiera acertaba a afeitar eI ataque enemigo. El Salamanca arrojaba sacudidas de vez en cuando y metía el miedo en el cuerpo de Buyo. El guardameta, pese a la larga lista de visitas que recibió, no necesitó intervenir. Todos los remates se autodestruían: desde el primero, de Claudio, que cabeceó a las nubes, a un metro de la línea de gol, un balón acaramelado que le llegó desde la izquierda, hasta los posteriores de Stinga, Vellisca, Barbará... Todo se iba fuera.

Muy cerca de la media hora, Laudrup se decidió a levantar a su equipo a golpe de caracoleo. Cogió el balón, asumió riesgos y probó a inventarse1a victoria. Fue así como llegó el primer gol. Tiró unos cuantos recortes dentro del área, torció el balón hacía atrás y Raúl remató la faena con una tiro duro y ajustado. Y el segundo. Laudrup repetió el muestrario de quiebros desde la derecha, y Zamorano cogió el relevo en el disparo. Alcanzado el descanso, el Madrid, que lejos de deleitar a su gente la enfurecía, tenía cerrado el partido.

Recibió la segunda parte el Madrid. retrocedido unos cuantos metros y buscando el paraíso al contragolpe. Y lo encontró, aunque sin mejorar en -el juego. Porque tampoco empeoró en puntería, pese al penalti marrado por Raúl. Aprovechó los huecos que le abrió el Salamanca, más blando a, medida que crecía el marcador, y arregló la mala sesión con una goleada tan abultada como ficticia. El Madrid lució su mejor resultado, pero su actuación fue discreta. Definitivamente, el 5-0 fue del todo engañoso.

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