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Tribuna:Elecciones 3 de MarzoCRISTAL LÍQUIDO JUAN CUETO
Tribuna
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No hay quien pueda

Pues a mí me pareció corta, la verdad. Otra cosa es que el encargo, que sólo era seguir la campaña través del tubo agarrado a un bic provisto de fax, hubiera consistido en ese sudado periodismo on the road tras las caravanas electorales, en plan reportaje gerundio a lo Rolling Stone (Viajando con Josemaría, Enrollándome con IU, Pichicateando con González, Miedo y asco en HB, Aprendiendo de Mestalla, Mitineando en el Palau). O peor aún, que hubiese sido un encargo del género contrario: el fino análisis del magma programático, el ensayismo de las dos Españas (ay) divididas por tres y pico, la dura crítica razonada del discurso ideológico, algo relacionado con la traición de los intelectuales, uf.Y no sólo me pareció corta la campaña desde la pantalla; me atrevería a sostener que fue el mejor chollo de mi vida periodística si no fuera porque una confesión así puede tener repercusiones negativas sobre mis honorarios. Aclaremos las cosas. No he vagueado yo durante la campaña, sino la televisión. Me argumentarán que pocas veces se ha hablado tanto de la tele. De acuerdo. No niego su protagonismo, sólo digo que ha sido un protagonismo por pasiva. Echabas un vistazo diario de cinco minutos y resultaba más que suficiente. La gran originalidad, esta vez, consistió en polemizar agriamente sobre asuntos audiovisuales que luego no tenían la menor traducción audiovisual. Los vídeos secuestrados de HB, los no debates entre los líderes, la audiencia cero de los programas electorales, las cataratas de Gutemberg sobre los clips subliminales, el contumaz escamoteo televisivo de los grandes temas centrales, eurovitales, en cualquier votación local en la UE (Maastricht, el Pensamiento único, Macrolandia, la autonomía de lo político, la memoria europea antifascista, las lecciones del diciembre francés, el Vaticano y su innombrable y muy condicionante Bimilenario, qué sé yo).

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Esto no da más de sí

Quedan los vídeos apocalípticos del PSOE, el manifiesto dadaísta de los 16 ex ministros de Calvo Sotelo, la frutería selecta de Aznar, la secuencia peripatética de Anguita, los planos atiborrados de Mestalla y el Palau, cosas así. Pero si sumas toda la fanfarria televisiva, con cinco minutos diarios tienes más que suficiente. Entre los clips vistos y revisitados, y los debates y grandes temas no vistos, sencillamente censurados o birlados, te quedaba libre un tiempo enorme. Entonces, te pones a mirar en plan ocioso la programación ordinaria, y es cuando descubres la gran falacia. Si la televisión influye como dicen que influye, ya me dirán cómo alguien, mañana, puede votar en plan Institución Libre de Enseñanza a base de Arguiñano, María Teresa Campos, Lina Morgan, Pepelu, Llévatelo calentito, El semáforo, las cosas de Hermida, los coloquios de Garci, Bertín Osborne, La noche de los Ozores, Ay Señor, Señor, medias naranjas, Se busca, Nunca es tarde, el karaoke, la ruleta, el telecupón y la televenta. Excluidas las noche europeas de ARTE, que es asunto francoalemán, no hay quien pueda con el 95% de nuestra programación ordinaria. No hay derecha futura, frutera o futurista capaz de superar audioimágenes así.

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