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"La radio no decía nada de mí"

Un joven relata cómo sobrevivió tres días en un coche cubierto de nieve

Estaba inconsciente y no pudo saborear el primer y mágico minuto de un final feliz, al que él mismo había contribuido en gran medida luchando contra las ganas de abandonarse a la muerte. Agustín Trueba, santanderino, de 29 años, no vio a los guardias civiles de Cervera de Pisuerga (Palencia) cuando poco antes de la una de la madrugada del viernes localizaban, en el puerto de Piedrasluengas (1.324 metros), su pequeño utilitario -un Renault Clio azul-sepultado por la nieve, en cuyo interior había sobrevivido tres días.Su odisea empezó el pasado lunes. Vigilante del parador de Fuente De (Cantabria), se dirigía a relevar a un compañero tras un encuentro con su novia en Madrid. Decidió tomar el camino más corto, la carretera de Cervera a Potes. Previamente había avisado de que no llegaría a las 20.00, hora de su relevo; lo haría 60 minutos después. En el kilómetro 132, ya en pleno puerto, la gran cantidad de nieve acumulada le impidió continuar.

En su cama del hospital Río Carrión, de Palencia, donde se repone de la deshidratación recuerda que en principio sólo pensó "en cómo iba a salir y si sería capaz de hacerlo". Sin dejarse arrastrar por el desánimo, se impuso desde el primer momento un método y una disciplina que le han salvado la vida. Tiene experiencia. Practica gimnasia, informa Jesús Delgado. "Cada dos horas salía del coche y quitaba la nieve para evitar que lo cubriera totalmente". De nuevo en el interior del vehículo, encendía la calefacción para secarse y procurar mantener la temperatura corporal, "pero dosificando la gasolina del depósito".

A lo largo de tantas horas de soledad, su único consuelo era escuchar la radio, un arma de doble filo". Ninguna emisora le daba por desaparecido. Hasta el jueves, cuando se difundió la noticia de que le buscaban. Ya empezaba a perder la consciencia., aunque todavía recuerda que fue su única alegría. "Me dije: ¡por lo menos, ya me buscan!". El tercer día, mientras rniembros de la Guardia Civil de Palencia y Cantabria, apoyados por quitanieves, intentaban, desde las dos vertientes, llegar a la cima de Piedrasluengas, donde se acumulaba una capa de nieve de tres metros, Agustín decidió combatir su angustiosa soledad escribiendo un diario. Reflexiones íntimas sobre su situación. Unas hojas sueltas que ahora no quiere releer. Sí lo hace, con emoción su madre, Rosalía Incera, para quien los textos de su hijo demuestran su madurez y equilibrio emocional. Lee una de las páginas: "Tercer día. Jueves 22-2-96. Son las 7.45 y comienza la rutina como ayer. Mi jornada ha empezado a las seis y media para oír las noticias. Nadie debe de saber que me encuentro en esta situación. Desde el lunes no me he podido mover entre Camasobres y Piedrasluengas. Ha sido la única forma para dejar de fumar y ponerme a régimen. Estos días atrás he salido unas cuantas veces para aplastar la nieve alrededor del coche, pero esta mañana ya está prácticamente bajo la nieve. Me estoy quedando sin gasolina, así que ya no podré encender el coche para calentarme. Como esto dure un par de días más, tendré que empezar a despedirme. Hay que tener mucha paciencia para estar ya tres días de espera Casi tres horas más tarde, la salida del sol le reconforta. "Son las 9.15 y ya he tenido que salir tres veces a quitar la nieve de la ventana, porque corro el riesgo de que me tape el coche entero. Acabo de ver el sol por primera vez y eso me da ánimos, aunque no ilusiones. Tengo que esperar a que pase la máquina quitanieves".

Una hora después el desánimo vuelve a apoderarse de él y escribe: "Son las 10.20. Vuelve a nevar y ya tengo los pies helados. Ni siquiera veo los palos indicadores de la carretera. ¿Cuánto tiempo podré esperar sin comer?, ¿cuánto tiempo podré soportar este frío? Espero no comprobarlo". Con un sollozo contenido, Rosalía interrumpe la lectura, mientras Agustín reflexiona en voz alta. "Seguramente, la experiencia me haya cambiado en algo: no hacer las cosas tan a la ligera".

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