_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los niños

Pobres niños.-Nachito, ¿quieres ir al Retiro?

-Jo, qué rollo.

-Pero, hombre, si es muy bonito, muy...

-¿Y qué hay en el Retiro?

-Pues hay un estanque precioso, con barcas y un vaporcito que da la vuelta y toca la sirena, y una Rosaleda, y otro estanque más pequeño, con muchos patos y cisnes guapísimos, un surtidor que se despeina con el viento, una gruta encantada...

-Jo, qué rollo.

A lo mejor cohechamos al pequeño monstruo con un kilo de chuches, tres palmeras de chocolate, vagas promesas de comprarle una bicicleta con 25 marchas para su cumpleaños y enormes dosis de paciencia y humildad, pero cuando por fin acceda nos demostrará, con su inmenso tedio, que a él todas estas tontunas de la naturaleza se la manfinflan, que nos ha hecho un inmenso favor con acompañarnos, que ya está bien, hombre. Cualquiera osa hablarle de la belleza del otoño, cualquiera intenta enseñarle en qué se diferencia un plátano de un castaño de Indias.

-Jo, qué rollo.

-Nachito, ¿quieres ir al zoo?

-Jo, qué rollo.

-Pero si hay muchos animales, y puedes jugar con los más pequeñitos, y está Chu-Lin, que además acaba de quedarse huérfano, y delfines, y lobos de mar.

-¿Y qué más?

Orangutanes grandísimos, monas enanas, serpientes peligrosísimas, osos blancos y pardos, elefantes, leones...

-Jo, yo es que prefiero quedarme en casa viendo El rey león.

Pobres niños contemporáneos, tan ricos, tan burgueses y egocéntricos. Ahí los tenemos, apoltronados en sus casas, noqueados por la excesiva calefacción central, atornillados a la visión enlatada y casi siempre deformada del mundo y sus pompas que le proporcionan la tele, vídeos y videojuegos, ingresando en la Nosequé. Maya y la realidad virtual mientras la realidad real, esa redundancia, se va alejando cada vez más de ellos. El aire de verdad, la gente de verdad, la vida de verdad. Y eso, en los presuntos mejores años de su vida.

Su precoz decrepitud es inmensa, sobre todo a medida que ascendemos por la escala social de sus progenitores. A lo peor, esa patética atrofia doméstica resulta inevitable porque su papi y su mami, triunfadores en la vida y en el ámbito profesional, les dan de hecho muy mala vida cada vez que se asoman al ámbito exterior. No son sólo la guarde y el cole desde su más tierna infancia y los deberes en casa, sino toda una serie de actividades complementarias absolutamente excesivas para su tierna edad, su lógica vulnerabilidad. Es la natación al menos tres días a fa semana, el yudo o el kárate, el violín o la flauta, la declamación o el ballet. Bueno, y la equitación, sobre todo si los niños del vecino o el colega de la empresa la practican: "¡Compréndelo, Vanessa, no vamos a ser menos que los trepas de la puerta de enfrente!".

¿En verdad se trata de preparar al malhadado arrapiezo un puesto al sol en la sociedad futura, o simplemente se le está utilizando como víctima propiciatoria, como último e indefenso emblema del status symbol familiar?

Pobres niños. Pobres niñas. Con un poco de suerte -es decir, si no se desloman antes- puede que lleguen a ser yudokas o jinetes o violinistas o primas ballerinas fastuosos, irrepetibles. Pero ya nadie se atreve, entre sus mayores, a tomarles de la mano, y, eso, mostrarles en qué se diferencia una acacia de un fresno, arrobarles con los primeros brotes de la primavera, intentar extasiarles con la belleza de un crepúsculo -aunque sea desde el Viaducto, que los tiene preciosos- hablarles de los Reyes Católicos, o de Chindasvinto, decirles que hay que respetar a los ancianos, socorrer al necesitado, no maltratar frívola y rudamente a los animales, ser deferentes con el prójimo.

Grandes jinetes, puede. Pero, en conjunto (hay sin duda magníficas excepciones a esta regla), nadie los está enseñando a ser personas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_