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Yeltsin,a la busca de los incondicionales,

El presidente y sus amigos emprenden una campaña con riesgo y populismo para continuar en el Kremlin

Pilar Bonet

"La oreja vuelve a oír". Con esta frase, un miembro del Consejo Presidencial de Borís Yeltsin ha sintetizado el ambiente que comienza a crearse en el Kremlin tras la decisión del jefe del Estado de presentarse a las elecciones presidenciales del 16 de junio. La "oreja", por supuesto, es la de Yeltsin, un político que alterna épocas de eufórica actividad e intensos contactos sociales con periodos de letargo y aislamiento.Ante unos comicios decisivos para su futuro, Yeltsin activa las dos facetas de su personalidad más rentables en su carrera: el gusto por el riesgo, propio de la tradición cultural rusa, y el populismo a la soviética, un arte en el que se inició entre 1976 y 1985, cuando era dirigente comunista en la provincia de SverdIovsk, en los Urales.La campaña obliga a Yeltsin a ampliar el círculo de sus relaciones y a recuperar en lo posible la energía desinteresada de quienes le ayudaron a conquistar la presidencia de Rusia en 1991. El Fondo de Apoyo al Primer Presidente de Rusia, una organización que acoge a incombustibles entusiastas de Yeltsin, sale ahora del ostracismo en el que permanecía desde que el presidente se instaló en el Kremlin.En Moscú, Lev Shimáiev se prepara para lanzar de nuevo la revista President, una publicación creada especialmente para ensalzar a Yeltsin. En Yekaterinburgo, Ala Tanacheva, que dirigía el centro de apoyo a Yeltsin en aquella ciudad, se ha emocionado al abrazar de nuevo al presidente y a su esposa, a quienes visitaba antes regularmente en su domicilio de Moscú y con quienes no se veía, según dice, desde hacía varios años. Tanacheva es una incondicional y, en su opinión, el último libro del presidente "debería estar en la mesilla de noche de todos, porque Yeltsin es una persona como hay muy pocas en el mundo".

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Yeltsin necesita de gente como Shimaiev y Tanacheva para movilizar el apoyo popular, o lo que quede de él. En este frente actuará también el ex jefe de la Administración Presidencial, Serguéi Filátov, que forma parte del estado mayor de la campaña y que es un reformista procedente de Rusia Democrática, el movimiento que apoyó a Yeltsin en 1991. Las competencias reales de poder que antes tenía Filátov han pasado a Nikolái Yegórov el nuevo jefe de la Administración Presidencial y uno de los miembros del núcleo duro del Kremlin.

Bajo la tutela de este funcionario que, como antiguo gobernador de la, región de Krasnodar, en el. Norte del Cáucaso, se caracterizó por sus deportaciones étnicas-, la Administración Presidencial se parece cada vez más al extinto Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. Especialmente en lo que a la reglamentación de la vida del Estado se refiere.

Por otra Darte, las estructuras subordinadas directamente al presidente, y concretamente el Departamento de Gestión dirigido por Pavel Borodín, podrán influir en el estado de ánimo de los funcionarios durante la campaña, ya que controlan con cíenzudamente las finanzas (desde los sueldos al mobiliario y el acceso a las residencias de descanso) del Parlamento, el Gobierno y el Tribunal Constitucional.

Los ordenadores y los muebles de diseño que han llegado al Kremlin bajo la égida de Borís Yeltsin no bastan para transformar el centro del poder político ruso en una Administración moderna. El Kremlin sigue siendo escenario de intrigas y pasiones ' medievales, y los analistas constatan dos grupos básicos de influencia sobre el presidente: uno dirigido por su ayudante en jefe, Víctor lliushin, y otro por el jefe del servicio de Seguridad del presidente y primer guardaespaldas del país, Alexandr Korzhakov. Un tercer grupo, dirigido por Filátov, fue neutralizado tras la promoción de Yegórov. El metódico Iliushin fue ayudante de Yeltsin en Sverdlovsk, donde vigilaba los suministros de piensos y abonos a las zonas agrícolas de aquella provincia. Hoy lleva la agenda de Yeltsin y también dirige el grupo de politólogos que redactan los discursos presidenciales, donde hay otros paisanos como Liudmila Pijoia. Con este equipo están muy vinculados los miembros del Consejo Presidencial, un órgano consultivo formado por intelectuales, que este mes ha vuelto a ser convocado por el líder ruso tras una pausa de casi dos años. En el recuperado "acceso a la oreja" del Consejo Presidencial ha influido el de seo de impedir que continuara la serie de dimisiones demostrativas de alguno de los más prestigiosos miembros del Consejo como el jurista Serguéi Alexeiev

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.Al comienzo de la campana electoral, "una atmósfera de fin de régimen" predominaba entre los reformistas del Kremlin, según fuentes cercanas al Gobierno. Desde la perspectiva de quienes apoyaron la reforma liberal en 1992, Yeltsin es hoy una persona muy distinta a la que se dejó guiar por la batuta económica de Yegor Gaidar y el olfato político de su paisano, el entonces secretario de Estado Guennadi Búrbulis. Los que más influyen en Yeltsin hoy, según estas fuentes, son los duros como Alexandr Kórzhakov y el jefe del Servicio de Seguridad del Estado, Mijaíl Barsukov, y sus personajes allegados, como el jefe de la Administración, Nikolái Yegórov, y el primer vicejefe del Gobierno, Oleg Soskovets, que dirige la campaña electoral de Yeltsin.

El general Korzhakov, de 46 años, fue depurado por su fidelidad a Yeltsin cuando éste cayó en desgracia en 1987, y no es un guardaespaldas cualquiera. En 1994 recomendó al jefe del Gobierno, Víctor Chernomirdin, que pusiera a Soskovets al frente de una comisión para examinar la política petrolera de Rusia en relación a los intereses del Estado. El general, que tiene organismos de análisis político a su servicio, se ha opuesto a que se liberalice la exportación de crudo, y desconfía de la inversión extranjera.

Korzhakov está también involucrado en la actividad del Centro de Programas del Presidente, bajo cuya égida debe supuestamente de realizarse un plan para aumentar los ingresos del Estado y crear 100.000 puestos de trabajo mediante la producción de equipamiento petrolero y de gas. El proyecto, recogido nebulosamente en un reciente decreto presidencial, podría mermar el poder de Chernomirdin, ex director del monopolio del gas ruso, Gazprom.

Korzhakov y Soskovets, señalan algunos, actúan hoy en tándem para socavar la figura de Chernomirdin, y se presentan ante Yeltsin como defensores de los intereses rusos frente a la venta del país al capital extranjero. El general Korzhakov tiene oportunidad para defender sus ideas ante un Yeltsin relajado al final de la jornada de trabajo. El guardaespaldas, que juega al tenis con el presidente y vive en el mismo edificio que él, fue el primero que le visitó en otoño, cuando Yeltsin fue hospitalizado.

Soskovets, de 47 años, que procede de Kazajstán, fue ministro de Metalurgia de la extinta Unión Soviética en 1991, y volvió a Rusia tras ser ministro de Industria de su país natal recien independizado. En Kazajstán, un gigantesco país situado en Asia, mantiene aún sus influencias. Enérgico y ambicioso, Soskovets sabe muy bien cómo relacionarse con los tiburones de la industria metalúrgica y militar y también cómo convencerles de que ayuden al Estado o a Borís Yeltsin. Así lo demostró recientemente, al repartir diplomas de honor a los directores de fábricas metalúrgicas que voluntariamente habían entregado acero para reconstruir la iglesia de Cristo Salvador, el símbolo de la Vieja-Nueva Rusia.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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