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El estornudo de Agnelli

Luis Gómez

Un modesto jugador belga ha puesto a la UEFA de rodillas. La tenacidad de Jean Marc Bosman ha hecho más por la evolución de las estructuras del fútbol europeo que el descaro de algunos magnates con ambiciones políticas. Europa vive ahora bajo un ambiente confuso. Nadie está demasiado seguro de cuál será el escenario por el que se regularán las competiciones el año que viene. El equilibrio de poderes ha sufrido un inesperado vuelco: la UEFA no impone sino concede, los grandes clubes están siendo constantemente llamados a consulta cuando hace un par de meses apenas tenían voz en las principales instituciones, los sindicatos guardan silencio. Y, todos, todos, miran a Brusellas.Y Bruselas no se aparta un centímetro del contenido de la sentencia Bosman. Bruselas recibe a los directivos de la UEFA y no hay negociación posible. El centro neurálgico del fútbol parece haber cambiado de domicilio.

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Y la UEFA se ha vuelto repentinamente bondadosa. No puede amenazar y prefiere sugerir. Pide unidad y solidaridad, dos palabras que han estado ausentes de su vocabulario durante décadas. Y acepta ampliar la Liga de Campeones bajo un extraño sistema que, en el fondo, intenta contentar a los clubes que más teme, Milan, Juventus, Bayern Múnich y Barcelona, además de a los ingleses. Porque, ahora mismo, un estornudo de Agnelli puede hacer más ruido que un puñetazo en la mesa de Johansson.

La UEFA ingresa, sólo por la Liga de Campeones, siete mil millones de pesetas al año. Y esa es una parte de sus cuantiosos ingresos, sobre los que no da cuentas a nadie. Como a nadie ha explicado cómo vende los derechos de la Eurocopa y por qué se apropió de los derechos de los clubes que participaban en la Copa de Europa amenazando con la expulsión a todo club que quisiese defenderse ante los tribunales de justicia. La UEFA sabe que detrás de la sentencia Bosman hay otros efectos: por ejemplo, que la Unión Europea considere que este organismo viola los reglamentos sobre libre competencia y bloquee buena parte de sus fuentes de ingresos. Bastó que la UE hablara de multas y advirtiera de que nada le sirve a la UEFA estar domiciliada en Suiza, para que se modificaran abruptamente ciertos comportamientos.

Entre tanto, algunas Ligas profesionales, que no tienen voz ni voto en la UEFA, se han reunido en Madrid. Hablaron de asuntos tales como los derechos de televisión y su oposición a que la UEFA aumente su clientela a fuerza de ampliar sus competiciones (entre la Liga de Campeones, la Recopa, la Copa de la UEFA y la Copa Intertoto participan 200 clubes cuando hace un par de años a Europa sólo accedían 100).

El fútbol europeo pende de un pacto de caballeros que caduca en mayo. Nunca la UEFA vivió una situación de tal debilidad. Cualquier contrariedad puede significar un viaje a Bruselas y mencionar la palabra mágica: Superliga europea al margen de la UEFA. Es decir, una NBA europea. Basta con que estornude Agnelli.

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